Amor y pedagogía
Adiestrada por su adorado alquimista, la duquesa fue envenenando al padre y a los hermanos sin levantar sospechas.
Cuando heredó, quiso deshacerse del esposo. No contaba con su salud de hierro. Ni con la férrea determinación del maestro, cuyo saber le permitía cultivar sus conquistas y aplazar tan dudoso compromiso.
Cuando heredó, quiso deshacerse del esposo. No contaba con su salud de hierro. Ni con la férrea determinación del maestro, cuyo saber le permitía cultivar sus conquistas y aplazar tan dudoso compromiso.
Inquietante historia, Carmen. Creo que no lo he entendido totalmente entre cuadrados y triángulos, pero tiene una estructura que cierra como en un círculo a los personajes. Me quedo pensando a ver si doy con ello. Un abrazo.
ResponderEliminarMira que el alquimista es sabio y entiende de pócimas y de polígonos. Maneja muchos ángulos y no va a permitir que la duquesa le arruine lo que tanto le satisface.
EliminarMuchas gracias por pararte a comentar y a pensar, Cristina. Besos.
Hola, Carmen.
ResponderEliminarLa duquesa envenenadora, a la que instruye un alquimista al que ella adora, pasa a mejor vida, con pericia, sin pistas que la delaten, a los que podrían impedirle heredar ella solita. Al esposo de la noble no había rayo que lo partiera, se conoce que estaba inmunizado contra todo tipo de tósigos. Por otra parte, el maestro alquimista no quiere compromiso sentimental con ella y va controlando sus progresos en la materia. Desde luego que dudoso el compromiso, cualquiera... El día que la discípula superase al maestro...
Espero no haberme equivocado con la interpretación; si no es la correcta, me instruyes, como maestra de las letras que eres.
Es un gran texto, con un sostenimiento estupendo de la tensión dramática.
Enhorabuena y un beso muy grande.
Lo has interpretado perfectamente, Eduardo. No podía ser de otra manera. Al alquimista no le conviene una alumna tan aventajada, ni una posible esposa tan carente de escrúpulos. Ya se encarga él de que los intentos de envenenamiento del marido resulten fallidos.
Eliminar¿De qué te voy a instruir yo, si manejas la palabra y la invención como pocos, si eres hombre dotado de una vasta cultura? Docente he sido; maestra es bien distinto y no lo soy. Aprendo de todos vosotros.
Mil gracias por tus palabras y otro beso enorme para ti.
La alumna aventajada pretende superar al maestro, hacerse con todo el poder y la sabiduría, pero el sabio conoce las veleidades del corazón y tiene calculado cuánto puede enseñar y cuánto debe comprometerse, sin poner en riesgo su vida. Aunque el final queda abierto,o yo no acabo de cerrarlo con mi interpretación, entiendo que nos muestras un conflicto de intereses donde ambición, poder y amor van de la mano. La pedagogía bien administrada es la ciencia, en este caso, que equilibra la balanza.
ResponderEliminarInteresante y compleja propuesta que asoma sus reflexiones a la hoguera de la ambición de pder desmedida.
Esto y un abrazo grande, querida Carmen Cano.
Un conflicto de conocimiento y amor que, puesto en manos de una discípula tan apasionada, puede resultarle letal al maestro. Ambición desmedida y comportamiento amoral se dan la mano. Tú lo aderezas con un nuevo elemento dramático, la sed de poder. Así me gusta mucho más, Manuel.
EliminarMuchísimas gracias y un abrazo enorme.
Es lógico que ese alquimista no quisiera un compromiso definitivo con esa dama sin escrúpulos, a quien no le gustaba compartir, por un temor muy fundado a obtener el mismo pago que los demás. Bien sabía él que del amor al odio puede haber un paso. Preferir el dinero a los sentimientos también es algo muy corriente. El ejemplo de lo vivido por su amante y por otros ha hecho del alquimista alguien sabio de verdad, a la par que prudente.
ResponderEliminarEn tus últimos relatos hay acertadas alusiones a la mitología, o, como en este caso con Unamuno, a obras de la literatura clásica. Rescatas conceptos, haces homenajes y creas historias originales que merecen mucho la pena y que quiero aprovechar para agradecerte.
Un abrazo grande, Carmen
Qué bien lo dices, Ángel. La sabiduría del alquimista no estriba solo en su ciencia, sino en el conocimiento del alma humana. Y aquí se las ve con una mujer capaz de todo.
EliminarEl título que le he robado a Unamuno fue lo último que escribí del micro, después de darle mil vueltas. Su contenido -como ya sabes- no guarda relación alguna con las preocupaciones del gran autor, pero pensé que lo podía resumir bien.
Soy yo quien te agradece tus generosas palabras y quien admira tu capacidad creativa. Otro abrazo enorme de vuelta.
Hola Carmen:
ResponderEliminarMe ha gustado esta historia. La duquesita avariciosa, el marido mala hierba y el amante que sabe bien lo que se hace... Buen cóctel. jaja
Saludos.
Encantada de haberte hecho sonreír con estos tres personajes ficticios que podríamos encontrar fácilmente en el mundo real con otros ropajes.
EliminarMuchas gracias, Nuria. Besos.
Una historia bien urdida y con el nivelón al que nos tienes acostumbrados, carmen. Me gusta el papel del astuto alquimista con ese doble juego hacia su peligrosa amada con la que, sabiamente, quiere mantener una distancia prudencial.
ResponderEliminarMagnífico. Felicidades.
Un abrazo.
Muy cierto, Antonio. La duquesa va y viene afanada con sus pócimas, sus amores y sus planes desmesurados, pero el verdadero protagonista es él, el sabio que mueve sus hilos certeros y que no se dejará atrapar por ella.
ResponderEliminarY no me hables de nivel, que no hay relato tuyo que no supere las expectativas que ya ponemos antes de leerlo. Un fuerte abrazo.
Como un culebrón sudamericano, la duquesa va haciendo de las suyas, siempre asesorada por ese alquimista dominador. La duda es qué habrá entre éste y el marido para que la duquesa no pueda con él. A mí es lo que me sugiere el relato, una historia de amor con triángulo incluído. Abraçades, Carmen.
ResponderEliminarHabrá que pensar en el guion, Pepe. Aunque, dejándome llevar por tu saludable buen humor y ese desenlace que propones, igual puede convertirse en sainete valenciano, al estilo de Escalante.
EliminarMuchas gracias por tu comentario y por hacerme sonreír. Abraçades.
Me has llevado a La Edad Media, con los inquietantes personajes que has creado, dónde las intrigas y crímenes en los reinos eran actos cotidianos.
ResponderEliminarNo hace falta repetir tu dominio literario, Carmen.
Besito virtual
Una propuesta atractiva, un drama romántico ambientado en la Edad Media. Ahí necesitamos muerte en la escena.
ResponderEliminarMil gracias, María Jesús. Besos.
Inteligente, si el que va delante de ti no muere, nunca te tocará, ja, ja, ja. Originalísimo e intrigante, Carmen. Un abrazo.
ResponderEliminarEl maestro se las sabe todas. Me alegra que te haya divertido, Salvador. Un fuerte abrazo.
EliminarEl título de tu microcuento nos remite a una de las ‘nivolas’ de Unamuno, la cual leí hace un montón de años, así que, prácticamente, mis recuerdos de ella son nulos, pero, tras darme una pasada por Google, he visto que nada tiene que ver con la historia que nos cuentas, la cual, me ha recordado, en cierto modo, a la novela de Mijail Bulgakov El maestro y Margarita, y también, por lo de envenenadora, a Lucrecia de Borgia, aunque parece que la famosa hija del papa Alejandro VI no fue, ni mucho menos, la mujer fría, concupiscente –como dice a veces Millás: qué querrá decir concupiscente- y malvada que figura en los libros de Historia, el último en rehabilitarla, que sepa, ha sido Darío Fo, en su novela Lucrecia Borgia, la hija del Papa.
ResponderEliminarEn tu historia hay dos figuras principales, cada cual, es su idiosincrasia, de lo más perversas, tales como la marquesa de Merteuil y el vizconde Valmont, principales protagonistas de la novela Las amistades peligrosas.
Por un lado, ese alquimista que utiliza todas sus males artes para conservar el amor de esa duquesa ambiciosa y sin escrúpulos, y que, al parecer le suministra antídotos al esposo de su adorada para que no llegue esa situación que no desea, y todo ello sin que la Lady Macbeth de tu microcuento sospeche nada.
Por otro lado, esa decidida envenenadora que no ha dudado en eliminar a todos sus parientes masculinos y ahora está empeñada en que su esposo siga el mismo derrotero, eso porque ansía ser la dueña de todo lo que poseen esas figuras masculinas que representan la autoridad y el poder, y a las que ella les ha declarado la guerra sin que ellos, tan siquiera, lo sepan.
Quizá, en una última vuelta de tuerca, consiga desenmascarar también al alquimista, eliminarlo junto con su marido y hacerse la dueña absoluta de todo, pero esa sería ya otra historia, o la segunda parte de esta historia.
Desasosegado queda uno pensando en tales personajes, pero subyugado por lo que nos cuentas. Un abrazo fuerte, Carmen.
Intrigante historia que pudiera compararse con una novela extractada de algún gran clásico. Eso te honra como microrrelatista.
ResponderEliminarMe gusta tu relato. Te lo compro. jejeje!
Un fuerte abrazo, amiga Carmen.