Catorce
A escasos centímetros del embarrado suelo bate con fuerza sus alas y logra, por primera vez, volar. Orgullosa, mamá torcaz observa desde el nido, oculto ramas arriba.
Un estruendo furtivo. Ladra y galopa la excitación. Enguantada, la mano retira un pequeño amasijo de plumas ensangrentadas de las babeantes fauces. Quince.
Un estruendo furtivo. Ladra y galopa la excitación. Enguantada, la mano retira un pequeño amasijo de plumas ensangrentadas de las babeantes fauces. Quince.
Redondea esa cuenta un estremecimiento de horror cuando terminamos la lectura de este dramático y, por otra parte, estupendo y vibrante relato. Saludos, Álvaro.
ResponderEliminarÁlvaro, enhorabuena, muy impactante.
EliminarSuscribo de pe a pa el atinado comentario, laudatorio y de fino análisis, que del relato tuyo hace Manuel B.
Lo del título y su (¿insidiosa?)sombra en todo el relato hasta el sorpresivo estallido final, está logradísimo.
Un abrazo!
Manuel, agradezco tu lectura y tus siempre instructivos comentarios.
EliminarUn cordial saludo.
Gracias Carmelo, por tus amables palabras.
EliminarSaludos,
Brillante título que nos lleva a un estremecedor final llevado con gran pulso narrativo.
ResponderEliminar¡Bravo, Álvaro!
Pablo
Pablo, tus comentarios siempre suponen un impulso para mí.
EliminarMuchas gracias.
Dos partes muy diferentes y diferenciadas, pero que componen un sólido relato de enorme garra, ritmo y frescura.
ResponderEliminarUn gran relato, Álvaro. Felicidades.
Un saludo.
Hola Antonio: un honor para mí recibir tu cordial comentario.
EliminarLa fría matemática que nos adentra en la reflexión. Romper el ciclo vital de unos seres simplemente por placer. Muy bueno, Álvaro. Un abrazo.
ResponderEliminarAsí es, Salvador. El placer tiene un sólo nombre y un montón de dispares acepciones. Muchas gracias, un abrazo de vuelta.
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