El ultimátum
Harta de excusas y mentiras, le dio un ultimátum: si no acudía a casa para cenar, le abandonaría para siempre.
Al día siguiente, cansada de esperarle en vano una noche más, hizo las maletas y desapareció.
Mientras, él, dormido sobre un ramo de flores, seguía encerrado en un ascensor averiado.
Al día siguiente, cansada de esperarle en vano una noche más, hizo las maletas y desapareció.
Mientras, él, dormido sobre un ramo de flores, seguía encerrado en un ascensor averiado.
Pobre él... Muy buen argumento, el relato, y ultimátum sin fisuras por parte de ella. ¿No funcionaba el móvil en el ascensor? En enhorabuena Sonia.
ResponderEliminarYa ves, María Luisa, no era su noche, pobre hombre...Ja, ja, ja... Gracias por comentar. Un abrazo.
EliminarQué penita me ha dado...
ResponderEliminar¿Verdad que sí? ¿Crees que se lo merecía? Gracias por comentar, Aurora. Un abrazo.
EliminarLamentable situación, o liberación, según se mire. Me intriga el que hayas utilizado "un" ascensor en lugar de "el" ascensor, porque eso me lleva a plantearme que no era el de la casa en que la protagonista esperaba. Un saludo, Sonia. De Cristina Aguas
ResponderEliminarMuy buena observación, Cristina. Efectivamente, no es el ascensor de la casa a la que tenía que ir a cenar. Yo diría que este pobre hombre no llegó a salir de su propio edificio. Un abrazo.
EliminarQue mal sabor de boca se nos ha quedado al pensar en los protagonistas y que gusto da leer tu microrrelato, me encanta!! Muy guay, enhorabuena. 😉
ResponderEliminarMuchas gracias, Carmen, muy amable por comentar. Un abrazo.
EliminarUna buena historia, redonda y bien llevada. Enhorabuena, Sonia.
ResponderEliminarMuchas gracias, Antonio, por tus palabras y por comentar. Un abrazo.
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