La amazona y el centauro
Desde que aquella cautivadora imagen pasara frente a su cueva, el centauro no encuentra el sosiego. Le perturba día y noche el recuerdo de la bella Francisca —con su delicada figura y sus largos cabellos al viento—, el de la dulce mirada y el olor profundo de Azucena, su cabalgadura.
Hola, Enrique.
ResponderEliminarNos traes a otro desasosegado. A ver qué va a hacer el pobre centauro si su naturaleza es híbrida. Es natural que esté prendado tanto de Francisca, la amazona como de su cabalgadura; ambas poseen atributos que le enloquecen todo el tiempo y bien que los enumeras. No es de extrañar. Lo del centauro son amores por partida doble, la animal y la humana.
Me encanta tu propuesta, por la que te felicito entusiásticamente.
Un abrazo muy grande.
Si ya el amor es misterioso y complejo, cuando se tienen dos naturalezas ha de ser tremendo. Animal y hombre pero un solo corazón. La verdad, suponiendo que ambas le correspondieran, amazona y yegua, si a ellas no les importase tampoco sería tan grave, pero ya sabemos que el amor es egoísta y, cuando se quiere, siempre es con exclusividad, sin sucursales.
ResponderEliminarUn relato diferente, simpático y bien contado, como no puede ser de otra forma.
Un abrazo fuerte, Enrique
Un centauro enamorado de una figura fugaz. Hasta aquí leemos interesados, pero en la descripción de la figura amada vamos descubriendo a una naturaleza mitológica como él, la amazona, y la sorpresa de la naturaleza animal, su cabalgadura. Lo cierto es que ambas forman lo más parecido a una centaura.
ResponderEliminarEs una bella propuesta, con cierto humor en el contraste de los nombres elegidos.
Muy original, Enrique. Un fuerte abrazo.
La dualidad fragmenta el corazón del centauro; parte de él sublima el excelso perfume del amor, que etéreo, blande los cabellos de la amazona -¿en quién si no se fijaría un centauro?- mientras que otro olor más animal, proveniente de la cabalgadura, concentra el deseo instintivo. Esto veo yo en este cuento mitológico, esa frontera invisible que nos divide en dos. De una parte nuestra elevación espiritual que apela a los sentimientos; de otra, la parte salvaje del instinto que nos convoca mediante el deseo a revelar nuestro ser animal.
ResponderEliminarNombrarlos a ambos, Francisca, la bella, y Azucena, la bestia, contribuye a dar a este cuento una dimensión clásica y un punto de vista más que original.
Esto, amigo Enrique, y un fuerte abrazo.
Me gusta el planteamiento de este triángulo tan especial. No lo parece de entrada, y el tercer actor no se desvela hasta la última palabra del microrrelato. La relectura del título cobra así un nuevo significado. Gran trabajo, Enrique. Enhorabuena.
ResponderEliminarPobre centauro, comparado con el resto de mortales su amor es bien complicado, por no decir imposible. Fina ironía y cierta melancolía a caballo entre la mitología y el sueño. Abrazos, Enrique.
ResponderEliminarUna estructura ejemplar la de esta historia, de cuentacuentos avanzado. Si además se le suman las bellas imágenes que cabalgan durante todas las líneas, chapeau!. Un abrazo, Enrique.
ResponderEliminarHola Enrique:
ResponderEliminarBonito cuento, casi fábula, contado con mucha elegancia y un final que es divino. ¡Pobre ser atormentado!
Saludos
Hace falta estar dotado de una notable inventiva para imaginar una historia como ésta y de un considerable talento narrativo para plasmarla de esta manera
ResponderEliminarSiempre he admirado la creatividad, más la creatividad reglada y tú la derrochas, compañero.
La historia es cautivadora, original y sorprendente, y, además, está contada con el cuidado que imprime tu elegante estilo.
Enhorabuena, Enrique, has creado un relato espectacular.
Un gran abrazo.
Exquisita forma de contarnos un triangulo amoroso, con la imagen del centauro como protagonista y sus dos amores contradictorios, la bella Francisca, y la sensorial Azucena que palpa y acaricia cuando cabalga.
ResponderEliminar¡Bellezón de relato, Enrique!
Saludos cordiales.
El relato está contado de forma magistral, pero ya me diras como sacas la idea de un centauro enamorado, genial.
ResponderEliminarAhora te falta la segunda parte, narrar la cena de Nochebuena con todas las familias, jajaja
Enhorabuena Enrique.
Un saludo .
Originalísima fusión de dos cuerpos para crear a los ojos del centauro una imagen perfecta de amor y deseo. Genial, Enrique. Un abrazo.
ResponderEliminarEduardo, Ángel, Carmen, Manuel, Josep María, Pepe, Cristina, Nuria, Antonio, María Jesús, José Antonio, muchas gracias por vuestra amabilidad y generosos comentarios. Siento mucho no haber podido responderos uno a uno, así como de comentar vuestros relatos; sí que he los he leído, aunque eso es lo único para lo que el tiempo me ha dado. Respecto al mío, creo que lo habéis desmenuzado perfectamente y desde puntos de vista tan distintos como interesantes, no exentos algunos de buen humor.
ResponderEliminarMil gracias de nuevo y un abrazo.
Compleja relación magníficamente relatada.
ResponderEliminarInteresante historia de las que me da pena que se acaben en la palabra 50ª
Si un día continúas la historia de este trío mitológico, avísame.
Un fuerte abrazo, Quique.
Pues no me parece mala la idea de seguir la historia, aunque sí difícil de contar. Por supuesto que serás el primero en saberlo si me decido, ;-).
EliminarMuchas gracias, Isidro.
Otro fuerte abrazo para ti.
Padrino, espero que perdones el desliz de no haberte comentado antes este magnífico Micromochón.
ResponderEliminarEres un maestro de la prosa, de la imaginación, y de crear una historia con la sutiliza con la que tan solo eres capaz de hacer tú.
Me encanta este relatazo de Francisca y el centauro, y el aroma de su cabalgadura. ¡Grande!
Pablo
Muchas gracias, Pablo. Nada que perdonar, por supuesto, si acaso tú a mí por haberme casi olvidado de responderte. Me alegro mucho de que te haya gustado esta historia en la que me he salido un poco de lo que acostumbro, ya sabes, asuntos como lo de mirar por la ventana, cortarse las uñas o salir a comprar el pan.
ResponderEliminarUn abrazo, maestro.