La mano
Corría, bañado en sudor y sangre, huyendo del espanto, dejando atrás sus muertes y arrastrando mi vida, ciego de llanto y locura.
Caí sin fuerzas, sin aire, sin destino, hasta que esa mano tomó la mía... Sentí, en medio del delirio de la guerra, que alguien me devolvía la dignidad.
Caí sin fuerzas, sin aire, sin destino, hasta que esa mano tomó la mía... Sentí, en medio del delirio de la guerra, que alguien me devolvía la dignidad.
¡Qué importante es el contacto de una mano amiga en medio del caos y la desesperación! Lo has expresado con mucha fuerza. Enhorabuena.
ResponderEliminarGracias Joaquin!
EliminarEl roce de una mano puede hacernos despertar de la más horrible de las pesadillas. Muy bien contado.
ResponderEliminarSaludos, Marisa. Me ha encantado.
Pablo
Muchas gracias Pablo!
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