Llanto anunciado
Mamá, quiero una amapola. Hijo, se caerán los pétalos al tocarlos. Fue un consejo estéril. Pedrito se coló en el trigal y regresó con un ramillete de tallos donde el rojo brillaba por su ausencia. Hijo, lo que querías eran mariposas, todas han volado. Ni con esas calmó su desencanto.
Bonito relato Juan. A veces somos como Pedrito, queremos cosas imposibles y no nos damos cuenta que un sencillo ramillete de amapolas tiene su encanto y es más asequible. Pedrito tendrá que aprender a superar las frustraciones.
ResponderEliminarUn abrazo Juan
Tu relato me lleva a mi adolescencia, enfrente del instuto había un precioso campo de amapolas donde nos reuníamos después de clase. Gracias Juan, por evocarme ese recuerdo.
ResponderEliminarUn saludo.