Misa de los langostinos
Al cabo de algunos cigarrillos, conversaciones sobre capturas y quehaceres diversos, el patrón gritó: "¡A recoger el pan nuestro de cada día!". Chirriaba el cable acercando el trasmallo. El grumete exclamó, poco sorprendido: "Ni uno, deben estar todos en misa". Y sus compañeros apretaron los dientes y hundieron las redes.
Tan bien escrito como imaginativo, amigo Eduardo. A mí me ha gustado mucho.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Pablo
Hola, Pablo.
EliminarGracias por tus generosas palabras. Se hace lo que se puede, tirando de la imaginación e intentando escribir lo mejor posible. El lector siempre tiene la palabra y en atención a él, a vosotros, compañeros y compañeras, es por lo que vale la pena escribir en cincuenta palabras.
Un abrazo grande.
Lo que valió la pena de verdad fue leerte, conocerte, escucharte.
EliminarDe vez en cuando me pasaré por las doce joyas que nos dejaste para seguir aprendiendo.
Descansa, amigo mío.
Qué importante es hallar el momento idóneo para cada cosa. Cuando el tiempo propicio coincide con el lugar adecuado el éxito no se hace esperar; pero no fue el caso de estos marineros, que ni calcularon que los preciados crustáceos eran piadosos ni cayeron en el horario de las eucaristías. Podría decirse que su conexión con lo divino ha salvado a los animalitos marinos de terminar en una ración. Va a ser cierto que la fe mueve montañas y, además, preserva la vida. Los pescadores también parecen religiosos, pues optan por una frase bíblica para motivar su actividad, pero esta vez nadie parece haberles escuchado, aunque la culpa es suya por no santificar las fiestas, que los domingos no se trabaja.
ResponderEliminarUn relato muy imaginativo, además de simpático, Eduardo
Un abrazo grande
Hola, Ángel.
EliminarMagnífica exégesis. No se te escapa ripio. El momento en alianza con el lugar que sin duda propicia el triunfo en las empresas de toda índole, más en las del mar, tan insondable. Langostinos muy píos y atentos al horario de la misa dominical. La fe moviendo montañas y conservadora de las vidas. Pescadores en apariencia religiosos y cuyas súplicas son desatendidas acaso por trabajar en domingo.
Y muchas gracias por los elogios.
Un abrazo grande también para ti.
Desde la tristeza, gracias por tu calor y tus palabras.
EliminarAllá donde estés, una vez más, ahí va mi abrazo
Con tus dos frases literales, dejas claro la fuerte dependencia del azar de los pescadores, o, en su caso, de los designios divinos. Nadie tan vulnerable frente a la naturaleza como los hombres del mar, nada tan controlado por la deidad como la naturaleza.
ResponderEliminarEsos hombres, recios, curtidos por lacerantes cristalitos de sal, solo pueden apretar los dientes y rezar a su suerte frente al nuevo despliegue de las redes sobre las olas.
Un intenso y excelente relato sobre el sudor del pan de los pescadores, en el que la mayor de tu imaginación luce completamente desplegada.
Un abrazo, Eduardo.
Hola, Antonio.
EliminarEspléndidas palabras las que me, nos regalas. Y bien ciertas. Los hombres del mar son especialmente aguerridos porque su empeño, en efecto, robarle criaturas a las profundidades marinas, es en extremo azaroso, con el tormento añadido de resultar sus pieles curtidas por el sol, cuando apunta, y por esos "lacerantes cristalitos de sal" (qué hermosura de expresión).
Si algo falla, se renuevan los esfuerzos y punto. Si falla el trasmayo, un arte de pesca que no lastima al animal, se hunden lo que haga falta las redes, dejándose de paparruchas. El pan de cada día ese sí que es sagrado, aún en domingo.
Gracias por el elogio a mi imaginación: como dije en otra respuesta a comentario, se hace lo que se puede.
Un abrazo grande para ti, caballero de la palabra en el pecho.
Quizás les sirva de experiencia para aprender, usos, costumbres y horarios de las partes implicadas en las faenas de la pesca. ¡De todo se aprende!
ResponderEliminarMuy curioso tu relato, amigo Edu.
Un fuerte abrazo.
Hola, Isidro:
EliminarGracias por tu comentario. Es cierto, de todo se aprende y hay que tomar muy buena nota. Por qué no pueden ir a misa de domingo los langostinos, vamos a ver. ¿Quién se lo prohíbe? Y, claro, tratar de pescarlos ahí, va a resultar pelín complicado, ¿verdad?
Felicidades desde aquí también por tu triunfo bien recientito y un abrazo grande.
La vida y el trabajo en la mar, tan duros, con sus servidumbres, incertidumbres y peligros, en ocasiones se salpica con alusiones religiosas (protectoras): "el pan de cada día", la misa. A destacar en tu relato el humor o retranca de llamar pan a los langostinos y visualizarlos congregados en misa.
ResponderEliminarEduardo, me ha gustado este hermoso acercamiento a la vida, tan bien hilado y grato.
Enhorabuena!
Y un abrazo.
Hola, Carmelo.
ResponderEliminarMuchísimas gracias por tu comentario y la enhorabuena.
Son muy duros, sí, la faena en el mar y la vida entre esas aguas inmensas, por arriba y por abajo. Como atinadamente escribes" con sus servidumbres, incertidumbres y peligros", es que no cabe expresarlo mejor.
La religión se cuela por todos los intersticios, hasta por los que no debería. Pero los pescadores confían en su fortaleza y en su destreza, que al cabo les hará acreedores a la recompensa en forma de capturas. Esa retranca a la que te refieres, o humor, la asumo porque también creo que lo es. Un poquito de surrealismo submarino de vez en cuando, ¿o no? Igual hay templos bajo el agua, vete a saber. Y buscan los animales una suerte de asilo a la antigua en ellos. Pero mejor que no, creo. Los pescadores del texto no hacen caso de la ocurrencia del grumete. Obedecen al patrón, o mejor, se obedecen a sí mismos.
Me he parado en la existencia de los pescadores porque me son muy simpáticos. Me acuerdo de la canción de Patxi Andión, de aquel "Miradlos bien, miradlos bien...", refiriéndose a las gentes de la mar, a los trabajadores del mar.
Un abrazo muy fuerte.
Duro trabajo el de los hombres del mar, sin distinción de festivos, que el jornal hay que ganarlo y aquí no hay milagros de panes y peces. Para colmo, los langostinos se van a misa. Es una imagen humorística, surrealista, que me ha hecho sonreír. Unos van a misa y otros a los centros comerciales, los nuevos templos del domingo.
ResponderEliminarReivindicación de quienes faenan las aguas para alimentarnos, acertadas alusiones bíblicas y una poderosa imaginación en este maravilloso cincuenta. Un abrazo enorme, Eduardo.
Hola, Carmen.
EliminarGracias por tu comentario en unos términos tan elogiosos. Durísimas son en efecto las faenas en el mar para robarle, valga decir, esos peces para nuestro sustento. Los pescadores cuentan, y solamente, con su fuerza y su destreza; el pan hay que ganarlo de todas todas, dioses y misas aparte. Y si falla el trasmayo, se hunden bien hundidas las redes, aunque se lastime a algunos ejemplares, y se abarate su venta, cosa que no sucede utilizando ese otro arte de pesca, que los atrapa intactos a todos ellos. Los langostinos de trasmayo.
Tienes razón con lo de los centros comerciales, no sé qué es peor, si ellos o los templos para un día de domingo. O una porción de él.
Sí, el texto, es una especie de reivindicación de los trabajadores del mar a los que admiro mucho. Y tú también, al igual que otros compañeros, destacas del cincuenta la imaginación. Trato de utilizarla para poder ofreceros algo original; escribir a mí se me antoja un arte bien difícil.
Un beso muy grande.
Mira tú, amigo, que cuando leo tu micro, me voy directamente a un escenario político: los langostinos como votantes desencantados, los marineros, como integrantes de partidos políticos...seguro que estoy en las antípodas de tus intenciones al escribirlo, pero esa misa, ese pan nuestro, esa falta de asombro, todo me encaja entre las redes de la política. Fíjate que cosas se me pasan por la imaginación.
ResponderEliminarUn beso.
Hola, Paloma, maestra y amiga mía: la verdadera amistad va y viene, no consiste nunca en un atosigamiento o una pesadez. es siempre todo lo contrario. Un nuevo encuentro inesperado.
EliminarY sorprendente tu comentario, y tú sí que demuestras imaginación y talento. Sea como tú interpretas con largura de intenciones. La política en todo reside, hasta en los micros de cincuenta palabras. Me ha encantado tu versión hermenéutica qué quieres que te diga.
Un beso de inmensas dimensiones.
"Y el séptimo día descanso". Un precepto que los rudos hombres de mar no tienen la posibilidad de cumplir, por necesidad, por la premura ante las cuotas de pesca. Con un golpe de ingenio el grumete pone el dedo en la llaga empujándonos a la reflexión. Sal, humor e ingenio para regalarnos este estupendo relato. Un fuerte abrazo, Eduardo.
ResponderEliminarHola, Salvador:
ResponderEliminarLa gente del mar faena lo suyo sin atender al calendario. Siempre entre imponderables. Con esa premura que apuntas "ante las cuotas de pesca". Y otro surrealista imponderable añadido esta vez: que los langostinos se han vuelto religiosos. O astutos salvadores de sus vidas. A los pescadores no les sirven las pamplinas del grumete y redoblan esfuerzos si es menester para que degustemos tan sabrosos bocados y poder ganarse la vida dignamente.
Gracias por tu comentario y el calificativo y un abrazo grande.
Eduardo, me has trasladado a la barcaza de pescadores, y por un momento he sentido la frustración de los hombres de la mar, cuando a pesar de sus esfuerzos no consiguen el fruto de su trabajo
ResponderEliminarEl título me ha parecido de lo más ingenioso.
Saludos cordiales, amigo.
Hola, María Jesús.
ResponderEliminarGracias por tu comentario. Frustrados, sí, los pescadores; pero les dura poco, enseguida redoblan esfuerzos en pos del fruto apetecido.
Me gusta que el título te parezca ingenioso; la verdad que los langostinos en misa es una auténtica pasada surrealista, pero, bueno, ay que tratar de ser originales, cosa que, a estas alturas del partido, no es nada fácil.
Un beso grande.
La faena del pescador, como la del agricultor, está sujeta al albur de la circunstancia, marcada por mareas, corrientes, mar de fondo...no es ciencia cierta, como materia prima y viva que es, está sujeta y depende de tantos condicionantes que nunca es seguro su bien. Al igual que la cosecha del agricultor, que después de guardarla y criarla, puede desgraciarla una tormenta a destiempo. Por ello, creo, ambos han desarrollado ese estoicismo que mira al cielo o a la mar con el descreimiento del que entiende cuan mudable es el azar y lo vive como un sino, resignado a su suerte, que es al mismo tiempo naturaleza incurable, casi tanto como ser poeta, pues no se puede renunciar a ella, dedicándose a otra profesión más segura sin sacrificar la propia esencia personal. De ahí entiendo el sarcasmo de la expresión que da título al relato. Si no están aquí, estarán en misa, o repicando, o desaparecidos en combate...¡qué carajo, nosotros a faenar, que es lo nuestro!
ResponderEliminarTiene el relato un calado profundo, un nihilismo existencial con toque surrealista que hunde las redes hasta el fondo vital. Ese cable que acerca el trasmallo es el hilo que nos une a la vida, la búsqueda del sustento que aviva la esperanza y nuestras posibilidades de futuro.
Creo, amigo Eduardo, que el cuento da para hilar uno de mayor extensión, pues siendo este memorable, invita a dar carrete a las palabras e intentar pescar en su trasfondo.
Esto y ese abrazo grande y apretao que voy forjando para ti relato a relato.
Hola, Manuel, monarca de las cincuenta palabras.
EliminarTienes la rara habilidad, desde luego encomiable, de hacer de un texto otro de calado mayor con tu comentario. Gracias por él y por la interpretación exacta y extensiva que contiene. Has captado hasta el sarcasmo que el título contiene y el caso omiso de los pescadores ante las paparruchas. Ni misas, ni leches, a faenar, que Dios ayuda a quien se ayuda, suponiendo, que es mucho suponer, que existiese, dejándonos llevar una vida como esta en la que nos desenvolvemos.
Intentaré escribir ese cuento de mayor extensión en honor tuyo.
Recibo con sumo gusto ese abrazo que te devuelvo, amigo, querido amigo mío, en idénticos términos.
Después de un viaje a una isla mediterránea, leer tu relato me ha vuelto a situar en esos puertos donde los pocos barcos de pesca que van quedando producen estampas maravillosas con sus reflejos marinos. Todo muy bucólico si no fuera porque a las tantas de la madrugada toca comenzar la dura jornada. Abrazos, Eduardo.
ResponderEliminarHola, Pepe:
ResponderEliminarGracias por tu comentario. Espero que ese viaje a esa isla del Mare Nostrum haya sido espléndido.
Todo parece lo que no es. El faenar de los pescadores no deportivos es muy duro y a pocos interesa, habiendo ocupaciones más jugosas crematísticamente hablando y a desempeñar en jornadas menos intempestivas.
Un abrazo grande.
Hola, Eduardo. Un relato que recoge la vida de la mar (me gusta usar el femenino; queda más poético), los pescadores y sus vicisitudes. Una existencia dura, que yo comparo siempre con la de las gentes del campo. En ambos casos se dejan la vida por ganarse el sustento. Un texto muy ameno y bonito. Me ha encantado. Enhorabuena y mucha suerte.
ResponderEliminarBesitos.
Hola, María José.
EliminarMuchas gracias por tu comentario. Es más poético la mar, estoy de acuerdo contigo. El uso del masculino depende del contexto.
Dura, durísima es la vida de pescadores y de agricultores, condicionada por tantos imponderables como se les cruzan en su desenvolvimiento.
Me alegra que te guste el texto.
Un beso muy grande.
Hasta me he reído, Eduardo, cuando he terminado de leerlo. !Con la misa hemos topao! Me ha gustado mucho tu juego de palabras, y hasta el cierto sárcasmo implícito considerando el título. Recibe un gran abrazo. Antonio
ResponderEliminarHola simpático seudónimo.
ResponderEliminarLa risa es, de lejos, el mejor de los antídotos. Me gusta haberla suscitado en ti y el sarcasmo implícito, es verdad, si bien se examina el título. Muchas gracias por tu amable comentario.
Te devuelvo ese abrazo.