¿Quién soy él?
Yo no me gustaba. Ahorré veinte años para costearme unas cuantas intervenciones de cirugía estética. En cuanto acumulé el dinero necesario me operaron a barullo. Puro transformismo.
Hoy todavía cuesta lo suyo identificar al guaperas socarrón que me mira desde el espejo. Sí, él soy yo, lo testifica mi DNI.
Hoy todavía cuesta lo suyo identificar al guaperas socarrón que me mira desde el espejo. Sí, él soy yo, lo testifica mi DNI.
En esta cuestión de identidad narcisista asistimos a un espléndido despliegue de sarcasmo, crítica y reflexión a parte iguales. Pero sobre todo, me encanta el sentido del humor y la fluidez que emana del planteamiento socarrón. La aberración interrogativa del título -soberbia- ya es en sí una declaración de intenciones.Luego, el relato, un disfrute fino al paladar. Así me lo parece a mí, porque lo releo y me río imaginando a ese fantástico personaje en plena paradoja: admirado de su nuevo él, pero con dudas al respecto de su propio yo.
ResponderEliminarMás allá de una circunstancia casual y de un caso anecdótico o particular, tu relato retrata el desencanto y la frivolidad universales que nos llevan a no estar jamás contentos con lo que somos ni con quiénes somos.
Si me garantizan resultados tan brillantes como los de tu relato, paso por quirófano mañana mismo.
Esto y un fuerte abrazo, Carmelo.
Escribir, si nace el deseo de hacerlo y se tiene algo personal que sacar al exterior invistiéndolo de palabras, más aún con el pequeño desafío que plantean estos micros, es de verdad muy placentero.
ResponderEliminarPero si al otro lado este ejercicio de comunicación encuentra lectores amables, en concreto algún lector sencillamente prodigioso, como pongamos un tal M. B., entonces es el no va más. Porque sucede que él es tan artista de la palabra y un ser tan generoso que, bueno, lees su comentario... y miel sobre hojuelas.
En concreto hoy ESTO ha hecho que este domingo sea redondo para mí.
Así que un fuerte abrazo y mi profunda gratitud, Manuel!
Hola, Carmelo:
ResponderEliminarLos cirujanos plásticos no se operan para estar o encontrarse supuestamente más bellos, para gustarse, vaya, pues el cambio físico transforma el alma, aseguran, muchas veces para peor. Pero lo dicen en pequeño comité. O lo piensan sin llegar a manifestarlo.
En la superficie y en el fondo uno es el que es, mayormente por dentro. Acontece que se ha puesto de moda el operarse, que no se es nadie si uno no se opera de algo o de mucho, o de todo. Y al fin, el operado sigue siendo el de antes y no se reconoce ante el espejo interior. Se encuentra perdido en sí mismo. El DNI no puede operarse. Lo de la belleza interior no es ninguna tontería.
El texto está muy bien planteado y estupendamente desenvuelto y aderezado con ese toque de humor sarcástico que apunta decididamente a la crítica.
En suma, me ha encantado tu propuesta. Enhorabuena y un abrazo grande.
Eduardo, muchas gracias por tu comentario.
EliminarLos cirujanos plásticos compiten a su manera con los psicoterapeutas, pues si - por la intervención que sea - uno se ve bien, se sentirá mejor. No sólo mejorará su autoestima, sino la persona en su conjunto. Ese ser vivo, por lo demás, acechado de insatisfacciones, dudas y sufrimientos.
Es muy atinado el comentario que haces sobre ese tipo de operaciones, que personalmente suscribo, incluyendo tus ideas sobre la belleza interior.
No creo que haya muchas cosas tan estúpidas como la de intentar huir de uno mismo, del propio armazón corporal y psíquico. ¿Cambios? Sí, pero los justos.
Un abrazo fuerte!
Convivimos con dos naturalezas, la que sentimos dentro, en la que se acumulan las experiencias, vivencias y sentimientos, irremisiblemente unida al envoltorio que nos acompaña desde que tenemos uso de razón y que ha ido modificándose al mismo tiempo que nosotros. Cada arruga es un testimonio de lo vivido y tiene un valor único, injustamente denostado hoy, en una sociedad que solo parece valorar algo tan engañoso como la apariencia y tan efímero como la juventud.
ResponderEliminarDespués de tanto empeño y sacrificio de tu protagonista por borrar el paso del tiempo, se encuentra con la paradoja de no reconocerse. El exterior es el de un extraño, que nada tiene que ver con su esencia, alguien con un disfraz grotesco que no podrá quitarse.
Un relato sobre el culto a la apariencia y la verdadera naturaleza.
Un abrazo, Carmelo
Ángel, qué bien expresas la conexión que existe entre el físico de alguien y su personalidad. Lo que incluye la dinámica - no siempre bien resuelta - entre cómo se ve uno y cómo le ven los demás. Pero tb. los cánones de belleza al uso, las modas y demás.
EliminarReconocerse y aceptarse tal como se es; ser el que se es sería la clave. Y, claro, no tan fácil. Uno lleva muchos yo dentro de sí, incluyendo el yo ideal, pero uno es el más consistente y verdadero. Habría que aferrarse a él y cuidarlo mucho.
Gracias por tus palabras y un abrazo!
Si es que hay que dejar de pensar tanto en el físico de uno mismo y pasar a cosas más importantes. Parece que tu prota ha aprendido la lección. Ahora es un guaperas pero no se reconoce. Un abrazo fuerte.
ResponderEliminarAurora, gracias por pasarte por aquí y tu opinión.
EliminarDe acuerdo en que hay cosas más importantes que el físico, siempre que se admita que el físico tb. es importante. Todo es cuestión de armonizar las cosas, supongo.
Un cordial saludo!
¡Que suertudo!
ResponderEliminarPorque la gran mayoría queda "raro" en el mejor de los casos sí él quedó guapo bien por él . Me gusta tu idea de la identidad y el rostro. Dicen que es el espejo del alma, así normal que tu prota tenga desconcierto . Y el título es brillante.
Un saludo
Muchas gracias, Raquel, por tus palabras tan amables. Y sugerentes, pues que apuntas a la identidad, la subrayas, y eso creo que está en el meollo del micro. Pienso que después del gustazo de explorar la propia identidad, está el de indagar en la de los seres más cercanos y queridos. Que lo malo es cuando uno admira más a otro, al que desearía parecerse, que a sí mismo. Con la consiguiente confusión y deriva hacia posiciones de envidia, por apuntar un solo ejemplo.
EliminarUn cordial saludo.
Lo de no gustarnos creo que, alguna vez en nuestra vida, nos ha ocurrido a casi todos. Aceptar las limitaciones propias es un proceso al que es necesario ponerle voluntad, y luego, desarrollarlo en el tiempo. Si, además, uno intentar mejorarse, el proyecto es ya para toda la vida.
ResponderEliminarLo fácil, como en muchos otros aspectos de la existencia, es buscar el camino fácil, la solución que siempre nos va a dar alguien que hace negocio con nuestras debilidades y nuestros sueños frustrados; en el caso de tu protagonista, cuya aspecto físico le desagrada, ha elegido el camino de la cirugía estética para mejorarse, para huir de ese yo al que detesta y quiere borrar cambiando sus rasgos.
Aunque, al parecer, la operación no fue todo lo profesional que quizá el individuo en cuestión esperaba, lo cierto es que su aspecto físico sí mejoró, y el protagonista de tu historia se ha convertido en un guaperas.
Aun así, parece que se ha producido una disociación, un híbrido compuesto por dos individuos que se resultan extraños el uno al otro. El que aparece en el espejo, a pesar de ser un guaperas socarrón, puede que oculte aspectos desagradables de carácter para dar el pego, y su verdadera personalidad sea más bien deleznable.
Quizá esa sea la lección que deba aprender el protagonista de tu microcuento –que deberíamos aprender-, la del conocido refrán que dice que aunque la mona se vista de seda mona se queda, y habría que añadir que, a veces, vestida de seda la mona está más fea.
Por otra parte, el aspecto físico, a la larga, no es garantía de nada, los ejemplos son innumerables y, en ese aspecto, las mujeres suelen ser mucho más inteligentes que los hombres al valorar por encima del aspecto físico otras cualidades que hacen la vida en común más feliz que un cuerpo hermoso y un rostro agraciado.
Un abrazo, Carmelo.
Cuando nuestra propia imagen proyectada no nos reconoce, es que hemos descarrilado. Tú relato refleja a la perfección lo que siempre he creído; cambiar sólo por fuera nos aleja más de nosotros mismos, de nuestro inmenso potencial interior para mejorar, para crecer.
ResponderEliminarUn gran relato, Carmelo.
Un abrazo.
Antonio, gracias por tus palabras benévolas con el micro. Haces un acertado corolario, con el que estoy totalmente de acuerdo.
ResponderEliminarUn abrazo.