Siempreviva
A ella no le cuesta dejar lo que está haciendo, sentarse junto a mí y charlar un rato. Me escucha atenta a mis desvelos. Como siempre, su hondo mirar de madre me adivina: "Despierta, hijo, otra vez me estás soñando, Manolillo...". Besa con amor mi frente y, después... se difumina.
Con lágrimas en los ojos me dejas, Manuel. Las madres nunca mueren y siempre nos velan. Es una auténtica maravilla tu micro, amigo. De los que salen del corazón.
ResponderEliminarEnhorabuena.
Pablo
Gracias, Pablo, sentido sí que es. Hoy se cumple el 26 aniversario de su fallecimiento. Y aún sigue viva. Hay flores que no se secan nunca.
EliminarMuchísimas gracias. Un abrazo.
Qué bonito, Manolillo. No se me ocurre mejor flor para representar a una madre y la presencia que nos deja para siempre.
ResponderEliminarLa mía está conmigo a todas horas y, en este momento, está aplaudiendo, como yo.
Abracicos emocionados.
Ahí está, Patricia, flor que el tiempo no podrá marchitar, mientras la palabra y la memoria asistan a su semilla.
EliminarMuchas gracias, besicos.
La madre, como es la que da la vida, siempre, siempre está ahí para (de mil elaboradísimas formas) sostenerla. La riega amorosamente como a la flor siempreviva.
ResponderEliminarManolillo, su hijo del alma y del cuerpo, su hijo inspirado, nunca la dejará. Está y estará con ella, ella con él. Es lo natural.
Qué delicado y estremecedor, en el buen sentido, este homenaje que creas para la persona que te creó con la paciencia de nueve meses y lo que siguió. Su Manolillo, permíteme por una vez acogerme , con todo mi afecto y respeto, al entrañable diminutivo. Música indecible para tus oídos, supongo.
Esto (jeje) y un fuerte y admirativo abrazo!
Aviva el seso y despierta los sentimiento dormidos y los hace aflorar como si la persona amada estuviera presente; se confunde la raya que separa las aguas cuando se trata de establecer tiempo en el empuje de las emociones. Ayer y hoy son un solo momento en el reloj sin agujas del corazón("el corazón lo sabe pero decir cómo era no podría...")
EliminarGracias, Carmelo, por tus palabras y tu afecto, un fuerte abrazo.
El pensamiento de una madre siempre presente. ¡Qué bonito homenaje este micro!. Me ha conmovido y te felicito por ello, Manuel.
ResponderEliminarSuerte y saludos cordiales.
Gracias, Mª Jesús,en toda regla es un homenaje marcado por el peso sentimental del amor a mi madre. Me alegra poder compartir contigo este momento.
EliminarSaludos.
Un homenaje precioso, así, sin paliativos.
ResponderEliminarUn relato que ha de llegar a cualquier persona bien nacida en cualquier latitud.
Con un lenguaje tan sencillo como efectivo, inyectas una dosis de ternura que el lector hace propia, que sobrecoge y que aplaude desde el corazón.
El título resume a la perfección los sentimientos hacia una persona tan fundamental en cualquier existencia, en el deseo y la creencia de que la conexión va más allá del mero recuerdo o huella, que es posible interactuar con ella sin que importe la dimensión en la que se halle.
Un relato de esos que uno hubiera querido escribir.
Un abrazo fuerte, Manuel
Ángel, qué bonitas tus palabras, esa esperanza que subrayas de que es posible subvertir el orden de los estados de la materia e interactuar a través de los sentimientos y las emociones como si fueran un transmisor de nuestro sentir que atraviesa tiempo, espacio y dimensiones y hace posible el reencuentro, habla de lo que ya conocemos todos los cincuentistas: tu inmensa humanidad.
EliminarGracias por traer calor a este rincón con la presencia palpitante de tus comentarios.
Un fuerte abrazo, Ángel.
Qué bello homenaje y qué feliz ha de sentirse viéndote plasmar esos sueños en palabras y en pinturas. Porque no dudo de ese contacto materno, siempre presente, que llega más allá del tiempo para ayudarnos a vivir o a espabilar en la vida cuando es necesario. Una presencia "siempre viva' con su aroma de infancia. Así siento yo a la mía y tú me la has recordado con este micro emotivo y verdadero.
ResponderEliminarUn abrazo muy tierno.
Gracias, Carmen, al escribirlo sentí que plasmaba el sentimiento de muchos, pues en cada corazón bondadoso anida el calor de una madre de forma perenne. El tiempo corroe los goznes de nuestro paso material, pero muy adentro perdura la huella imborrable del amor primero, la luz guía, el farol que alumbra en la oscuridad de la tormenta.
EliminarGracias, por prestar tu mirada y tu ternura a mis palabras. Va para ti también un afectuoso abrazo.
La huella de unos labios en la frente es una de esas marcas indelebles en las que se apoya el tiempo que nos queda por vivir. Tu madre debío ser una persona muy especial si tú eres fruto de sus desvelos. Seguro que, allá donde esté, se siente feliz al comprobar el gran tipo que salió de su niño.
ResponderEliminarY yo (nosotros), desde aquí, no puedo más que agradecerte la preciosidad de homenaje que has querido compartir con nosotros.
Un abrazo largo y fuerte, querido Manuel.
Con personas como tú, Antonio, da gusto compartir sentimientos y emociones verdaderas, porque de antemano sabes que llegan a un terreno fértil abonado de generosidad, propicio y sensible.
EliminarTan hermosa como ese sol que amanece cada día, era mi madre. Y aún creo que ese sol sale por ella, para alumbrarme y animarme a seguir mi camino.
Me alegra mucho, querido Antonio, poder compartir contigo mi relato. Un abrazo muy, muy fuerte.
Bella poética la de tu microrrelato, Manuel. Homenaje lleno de sentimiento y emoción. El ritmo le da una fluidez especial al texto. Me has impactado profundamente como lector.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias, Josep, el corazón habla con palabras llanas y alcanza allí donde florecen sentimientos de verdad en otros corazones. Te agradezco tus palabras, me alegra poder compartir contigo la emoción del relato. Un fuerte abrazo.
EliminarPrecioso, triste y a la vez alegre al saber que mamá nunca se va de nuestro lado.
ResponderEliminarMuy emotivo. Gracias por compartirlo.
Un cordial saludo Manuel.
Las dos caras de esta narración están descritas en tus palabras, Pilar; triste, la pérdida irreparable; alegre, el pulso vivo del amor materno que sigue palpitando.
EliminarAgradecido por tus palabras. Saludos cordiales.
Qué bien dibujas esa sensación que algunos conocemos, todo un placer leerte, Manuel.
ResponderEliminarEncantado con tu visita, Paloma. Espero el momento de disfrutar de nuevo con tu relato del mes.
EliminarUn abrazo.
Precioso y tierno homenaje. Un recuerdo que impregna de emoción la vida y que allana los caminos con la fuerza del amor. Enhorabuena, Manuel. Un abrazo.
ResponderEliminarNuestra madre es la encargada de poner la primera semilla del amor en nuestra vida, el árbol incipiente de afectos que, con suerte, se perpetuará en bosque frondoso.
EliminarMuchas gracias, Salvador, por tus palabras sensibles. Un abrazo.
Manuel, Manolillo... INMENSO...
ResponderEliminarCon un nudo en el corazón y lágrimas en los ojos te digo que este relato es el más bonito que te he leído y eso ya es mucho decir, porque tú siempre escribes bonito y especial.
Enhorabuena por este texto tan bonito y sentido en homenaje a too madre. Estoy convencida de que ella te lee y te cuida desde donde está y se siente orgullosa de su Manolillo.
Un beso enorme.
Malu.
¡hada Malu! ¡Qué generosa eres conmigo y con mis palabras! Me alegra que te resulte tan bonito, porque el sentimiento que alberga sí que lo es.
EliminarDe pronto miras atrás y ha pasado tanto tiempo que falta tu madre que parece un abismo. Los años son muchos, pero los hechos que hubieras compartido con ella, de los que se hubiera sentido dichosa y orgullosa (ya sabemos que las madres con poco se conforman) son los que van llenando un saco de añoranza que rompe por los costados en el día señalado de la fecha en que nos dejó. Así que es comprometido poner en liza este tipo de sentimientos, para curarme en salud, lo he apartado de la competición del mes. Es una flor salvaje en el jardín de Cincuenta, un pájarillo que eleva su trino de amor en memoria de esa persona tan especial que me dió la vida.
Con tu sensibilidad haces que me sienta abrigado. Compartir lo auténtico con gente auténtica, como tú, es un regalo.
Muchas gracias, Malu. Un beso grande.
El título es excelente y el microrrelato bien podría estar incluido en una recopilación sobre los paraísos perdidos, y recuperados por la memoria. Gracias por compartirlo, Manuel.
ResponderEliminarMuchas gracias, Manuel, por tu generosa opinión. Me gusta como lo defines, como el paraíso perdido que es. El amor siempre es un paraíso y, el de una madre, el paraíso del amor original. Gracias a ti, por recibirlo con tanta sensibilidad. Saludos.
EliminarNo encuentro las palabras... solamente decirte que es un relato precioso, muy delicado y muy bien escrito. Felicidades, Manuel. Abrazos.
ResponderEliminarGracias, Pepe, el sentimiento aflora entre las palabras y es más fácil a veces compartirlo, que digerirlo. Un abrazo.
EliminarPrecioso, Manuel. Es sentimiento en estado puro. No te puedo decir mucho porque me has dejado sin palabras. Has descrito la mayoría de mis noches.
ResponderEliminarEnhorabuena, querido amigo.
Besitos. De los de corazón.
Hola, Mª José, qué generosas tus palabras siempre hacia mis textos. Te lo agradezco. Más si cabe en este caso, pues tal cómo dices, el sentimiento se adueña del relato de principio a fin. Sentimiento común para tantas personas a los que nos une la misma pérdida.
EliminarMuchísimas gracias, Mª José. Un beso hermoso para ti.
Hola Manuel:
ResponderEliminarQué relato tan bonito. Precioso. Se nota que esas palabras te salen del corazón.
Felicidades.
Saludos
Hola Manuel:
ResponderEliminarQué relato tan bonito. Precioso. Se nota que esas palabras te salen del corazón.
Felicidades.
(Soy la misma del comentario anterior, me he equivocado al mandarlo sin nombre)
Saludos
Gracias, Nuria, por tu comentario; como dices, salen las palabras de lo más profundo y auténtico del corazón.
EliminarSaludos.
Hola, Manuel, monarca de las cincuenta palabras:
ResponderEliminar¡Vivalamadrequeteparió! El último nidal de ternura. Ese aquel que siempre permanece intacto, nada desleído frente a los vaivenes de la vida. La que no he emigrado de tu corazón, porque allí palpita contigo desde el principio hasta el fin. La que te ampara desde su butaca de preferencia en el cielo. La que te siente, te presiente. Aquella que conoce mejor tus necesidades y contribuye a que se satisfagan encaramada en alguna estrella, seguro en la más rutilante.
Ay, Manolillo, qué grande eres, no es porque yo lo diga.
Qué relato más maravilloso y emocionante.
Un abrazo inmenso, amigo.
Emocionante, amigo Eduardo, es recibir tus palabras. qué caudal el tuyo tan manifiesto, tan amigable, tan poético. Hasta mí llega la vibración hermosa de tu energía. Llega y me estremece porque se que tu temperamento se levanta y cuelga campanillas para celebrar mis palabras, a las que siempre concedes el aplauso generoso de tu alabanza.
ResponderEliminarA la madre la lleva uno hasta el barandal de las rosas en cada momento. Esta piel, estos huesos, esta carne se gestaron dentro de ella. Acarició mis pensamientos antes de que lo fueran, me vistió de amor siempre que me sintió desnudo; me parió, me alimentó, veló mis cuidados durante noches y días sin horas hasta que supo que mi ser era ya propio y podría crecer y soñar por sí solo. Entonces, se fue. O me la arrebató la estrella más luminosa. Esa que como tú dices, me mira desde la primera butaca del cielo.
Qué bonita suerte la mía que tengas a bueno hacer una parada en este rincón y dejarme el premio de tus palabras.
Como siempre, hondo y humano. Gracias, buen amigo. Un fuerte abrazo, Eduardo.
No dejas de impresionar ocn tus textos, impregnados de poesía, ?por qúé será?. Recibe un gran abrazo desde Kampala. Antonio Ortuño
ResponderEliminar¡hombre, Antonio! ¡Qué bueno tu aterrizaje en este rinconcillo! Muchas gracias por pasarte. Un fuerte abrazo desde la cornisa cantábrica.
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