Sorpresa
Jadeantes, llegaron a la azotea. El viento arreció, mientras Nina apretaba fuerte la mano de su padre.
—¿Cuándo vamos a ver a mamá?
—Pronto, hija, no te quites la venda.
La niña sonrió, esperanzada, mientras su padre tomaba impulso.
Ni el brutal golpe logró borrarle la radiante expresión del rostro.
—¿Cuándo vamos a ver a mamá?
—Pronto, hija, no te quites la venda.
La niña sonrió, esperanzada, mientras su padre tomaba impulso.
Ni el brutal golpe logró borrarle la radiante expresión del rostro.
Guau, Daniel. Qué golpe me has dado en el alma. Como la dura caída. Un abrazo.
ResponderEliminarImpactante, literalmente. La última frase es esclarecedora, porque no solo revela el final, también que la niña, que es quien más tenía que perder, accede de forma voluntaria y convencida.
ResponderEliminarSorprende, como el título.
Un abrazo, Daniel
La sorpresa del título nos golpea el alma en el desenlace, Daniel. Nos has conducido a ciegas, como a la niña del relato.
ResponderEliminarTremendo micro. Un fuerte abrazo.
Hola Daniel:
ResponderEliminarTremenda historia, desgarradora. Qué pena más grande...
Saludos
de Cristina Aguas. ¡No por favor, eso nunca, y menos decidir acabar con la vida de otra persona también! No me ha sorprendido el final, lo he visto venir desde las dos primeras frases, pero me gusta, Daniel, porque la cuestión no es la pirueta o no al final, sino el hecho de que tu relato tiene una estructura magistralmente orquestada y hace parecer sencillo lo complejo de fotografiar en solo cincuenta palabras una escena tan potente. Un saludo.
ResponderEliminarUn micro sobrecogedor, de los que dejan huella. Enhorabuena!
ResponderEliminarVaya relato más impactante me llega por twitter. Primera visita a la página con impacto.
ResponderEliminarAh, felicidades al autor!!!!
ResponderEliminar