Insomnio (Médicos sin fronteras II)
No sé qué hacer con los brazos cuando duermo. No consigo encajarlos en una postura cómoda y paso toda la noche en vela, dando vueltas, moviéndolos arriba y abajo, sin pegar ojo. El médico aconseja amputar, pero me horroriza la idea de irme a la cama con ocho miembros fantasma.
Las casualidades existen, amigos. El envío de este relato se cruzó con la publicación del de mi admirado Rafa Olivares del día 3... De acuerdo con la superioridad, este mío se queda fuera de concurso. Y dicho esto, ¡al lío!
ResponderEliminarCoincidir contigo en la inspiración es señal de que, por una vez, he estado en el buen camino. Pero no tendrías que quedar fuera de concurso, tu enfoque es distinto y además acertado, y la coincidencia no tiene por qué quedar penalizada.
EliminarUn beso, Paty.
Muy bueno y tan ocurrente como el de mi padrino Rafa, pero no estoy de acuerdo con que te salgas de la competición y estoy seguro que a Rafa tampoco le gustará. Hoy por hoy, un mismo tema es tratado por cientos, ¡qué digo cientos, miles! de autores de todas las ramas del arte.
ResponderEliminarMuy buena historia del octupus. Esperemos que todo llegue a buen término.
Un fuerte abrazo, querida Patri.
Xacto, ahijado.
EliminarEs una lástima, pues con solo cambiar la palabra médico por veterinario, en lugar de hablar de una deidad, perfectamente podíamos estar hablando de un pulpo, o una araña, eso sí, estaríamos ante un relato que tendría que llamarse Insomnio (Veterinarios sin fronteras I)
ResponderEliminarDe todas formas la coincidencia no evita que sea un magnífico y ocurrente relato.
Un abrazo.
Mira si existen las coincidencias que mientras escribo mi comentario se publica el de Isidro que me gana por la mano con lo de ocurrente
EliminarTe dignifica tu gesto pero... ¿Cuántas "inmaculadas, cristos yacentes, palomas de la paz, meninas, etc... existen?
EliminarHay trabajos en paralelo... continuamente y lo sabes. Ya te dije que, a veces, cuando escribo... mis siete brazos restantes preparan café, abren la botella de leche, buscan azúcar, secan la cucharilla, tocan la pantalla del ordenador, me rascan la frente y te señalancomo mi maestra.
¿Qué más da que los dos hayáis coincidido con seres con muchos brazos? Imagina que a Álex le da por proponer, para una determinado mes, un solo tema.
Así que... participa y que los lectores decidan.
Patricia, esta segunda entrega me gusta todavía más que la 1ª, será porque ya le veo el morro al bicho invasor. Esos brazos por todas partes, primero brotan como una erupción (I), episodio tan estridente que los tentáculos del p. "gritan" y todo, lo que, como es natural, le inquieta a la narradora. Luego pasan a preocupar tanto que hasta le causan insomnio. Normal que acuda al médico (y el sentido último de la dedicatoria en la alusión del título), que no al veterinario: es ella la invadida por el p., ella es la paciente.
ResponderEliminarSe gesta una metamorfosis singular que es vivida como anomalía. Es un p. insolente que intenta apoderarse de la anatomía de la narradora para instalarse en ella y sustituir su cabezón de cefalópodo por el cerebro lustroso de ella. No es tonto.
O sea, que recuerda a Kafka, pero es otra cosa: una semimetamorfosis, por así llamarla; un fenómeno nuevo gestado en la mente imaginativa y supongo que de pronto asombrada de su propia creación, la de P. R.
Con estos elementos tan originales (ya lo veía venir!) el suspense en relación al desenlace del III no ha hecho más que crecer. Erupción, Insomnio, vale ¿y ahora qué?.
Enhorabuena, Patricia, intuyo que el p. quiere ser tu amigo, jeje, compréndele, aunque 8 brazos es todo un exceso para los humanos.
Un abrazo!
Si la erupción de la primera parte ya sorprendía, ese brote de brazos es para quitar el sueño a cualquiera. Y el bueno del médico, más que nunca sin fronteras, porque la imaginación no las tiene, dando lógicos consejos que, dadas las circunstancias, no sabemos si serán efectivos cuando la realidad supera todo lo conocido, incluido lo que aprendió en su carrera.
ResponderEliminarClaro que existen las coincidencias, los que lo niegan no son honestos, o pretenden hacer suya alguna frase hecha. Este mes hemos tenido la suerte, una vez más, de leer y disfrutar los relatos de dos grandes; que las musas, siempre caprichositas ellas y a su aire, les puedan haber conectado de forma inconsciente, no solo no cambia nada, sino que resulta, si cabe, aún más interesante.
Hablando de dos, aunque de momento solo tengo ese número de extremidades superiores, los junto y te mando, bien fuerte, eso que llaman abrazo.
Que no te amputen, no, que tu abrazo es el más sabroso de los abrazos. Aunque si lo hicieran, los miembros perdidos se regenerarían en plumas, en palabras de gallina generala, que cada vez que hace una puesta, resulta una apuesta mayor de la imaginación de la que ya existía.
ResponderEliminarNos dirás algún día cómo es posible escribir en 8 dimensiones con tan solo cincuenta posibilidades.Cuánticamente, eres el Bosón Richmond, la partícula creativa por excelencia del universo cincuentista.
Permíteme que "Mi muy mayor" reverencia hacia tus letras hoy, lleve también algunas lágrimas.
Manuel, que bonito final para tu comentario. Creo que, con tu permiso, usaré también "mi muy mayor" en algún comentario que escriba hoy a relatos (últimamente no comento mucho por falta de tiempo, mala cosa esa pues me pierdo una parte muy importante de la página).
EliminarPatricia, puedes aprovechar esos 8 brazos para dar abrazos de categoría superior. Yo te mando uno, aunque sea sólo con 2.
Y un beso.
Carme.
Ni que decir tiene, Carme, que sea como hastag en memoria de nuestro amigo. Un abrazo.
EliminarAyer fue un día muy triste para esta casa, pero seguro que nuestro más mejor cincuentista no querría vernos decaer.
ResponderEliminarAsí que, muchas gracias a todos por vuestros comentarios y sigamos cincuenteando. ¿Remedios para dormir?
Un abrazo con cada brazo para todos.
Si ya es "chungo" sufrir insomnio con dos brazos, me puedo imaginar con más...
ResponderEliminarLa única ventaja que veo para tu protagonista es que puede escribir a 8 manos... ja, ja, ja...
Un beso gande, Rich.
Malu.
Lo chungo es que creo que me está saliendo otro brazo. ¿Y si no me salen más? ¿Me quedaré con brazos en impar? Eso tiene que ser peor que pasar una noche en Hill House.
EliminarOcho abrazos, de momento.
En tu primera entrega, tu personaje sufría una rara erupción, casi parecía tratarse de un mal extraterreste. ¿Qué era lo que le crecía por todas las partes de su cuerpo contra lo que todos los remedios fracasaban? Sólo los tranquilizantes conseguían que esos -¿entes, monstruitos tipo alien, remordimientos de conciencia...?- atenuasen un poco sus gritos.
ResponderEliminarAhora lo vemos en el lecho sin saber qué hacer con los brazos, lo cual le produce insomnio, el médico -¿es el mismo que le dio los tranquilizantes?- le aconseja amputarle esos brazos, esa decisión tan drástica sólo puede deberse a que tu protagonista sufre un gran mal, y tan grande es, que teme la solución que le ofrece el médico, pues, supone que, aunque le amputen esos miembros van a seguir con él de alguna manera como si fuesen fantasmas, quizá porque no haya bisturí capaz de cortar esos siete pecados capitales más uno.
Así que, visto que, entre paréntesis, aparece esa gente admirable que son Médicos sin fronteras, presumo que en tu alegoría nos has presentado a un protagonista que puede ser alguno de los monstruos que en su ceguera devora el mundo con total inconsecuencia, y no sólo eso, además, pone trabas y dificulta todo lo que puede la labor de quienes intentan paliar tanto sufrimiento debido a la avidez infinita de unos cuantos.
Si es así, creo que ese monstruo que devasta el planeta ha recibido parte de su merecido, y lo mejor sería ponerle en una larga cuarentena, u ochentena, atarlo en corto, y que lo vigilase el Can Cerbero; aunque esos médicos sin fronteras no desdeñarían aliviarle en todo lo posible sus males, pues su labor, como la lluvia, cae sobre buenos y malos.
Así que a ver que nos depara tu tercera entrega sobre ese misterioso octopus y su destino final. Un abrazo fuerte, Patricia.
Ja, ja, ja... Ay, Enrique, os prometo a todos que en la tercera y última entrega quedará todo explicado. ¿Qué tengo en la cabeza? Se verá y se comprenderá, espero... Y os parecerá tan normal que tenga ocho brazos, que miasmas no identificadas salgan gritando de mi cuerpo, que una gallina haya hecho nido en el revoltijo de mis pelos y que escriba cuentos de cincuenta palabras para disimular mi mal.
EliminarPaciencia y abrazos.
Tu inmensa imaginación nos trae una historia que otros con ocho manos jamás seríamos capaces de escribir. Me encanta este relato de la cabeza a los pies, pasando por esos brazos.
ResponderEliminar¡Bravo!
Pablo
Pablo, Pablo, Pablo... Vienes aquí, cuando ya no esperaba a nadie, cuando por fin había conciliado el sueño, adormecida por la cháchara de las voces que susurran su desdicha cuando las gentes de bien duermen en sus camas sin sospechar que la noche esconde historias sin centrifugar. Hazme el favor, apaga la luz y cierra la puerta, que es hora de descansar.
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