La censura
—¿Ni una sola llamada?
—No. Ya sabes dónde estás.
—Es que me siento muy solo, ¿dónde puedo hablarle?
—Te he dicho que no. Estás en el Seminario.
—Usted es mi tutor, ¿le gustaría conocer la respuesta?
—¿Con quién hablabas, insensato?
—Con Dios. Pero no se me ha grabado su teléfono.
—No. Ya sabes dónde estás.
—Es que me siento muy solo, ¿dónde puedo hablarle?
—Te he dicho que no. Estás en el Seminario.
—Usted es mi tutor, ¿le gustaría conocer la respuesta?
—¿Con quién hablabas, insensato?
—Con Dios. Pero no se me ha grabado su teléfono.
Igual debería "buscarlo" en Facebook, creo que tiene cuenta.
ResponderEliminarUn saludo, Gil.
breve y contundente comentario, gracias, lo buscaré.
Eliminarmuchas gracias por tus palabras.
Todo es una cuestión de fe. Incluso para los creyentes, para quienes Dios existe y es posible hablar con Él, seguro que la comunicación no siempre resulta todo lo fluida que quisieran, al no producirse por los cauces físicos habituales, creados por los hombres. En todo caso, parece que la cerrazón todo lo puede censurar, hasta eso.
ResponderEliminarUn abrazo y recuerdos
Dices, maestro, que es cuestión de fe-¿Y que es eso que no puedo ver? Nadie lo sabe explicar. Confío en que un maestro como tu me siga enseñando a escribir mejor que los censores.
ResponderEliminarUn abrazo. de lso dos.