La felicidad de la ignorancia
Los árboles conversan cuando se encienden las estrellas, salvo los enjaulados bajo el alumbrado de las ciudades; ellos no pueden verlas. Demolidos los edificios que ocultaban el bosque, aquellas tertulias nocturnas turbaron tan profundamente a los sauces del parque que siguen llorando hojas secas aun finalizadas las obras de reconstrucción.
Qué cierto es aquello de "cuánto sufre el que sabe"; en consecuencia, quizá sea igual de cierto que la felicidad está en la ignorancia. Que los árboles son seres vivos nadie lo niega, que de alguna forma se comunican entre ellos no puede descartarse. Si los árboles de ciudad, "enjaulados bajo el alumbrado de las ciudades" (preciosa frase) supieran lo que se pierden, como es el caso de los de tu relato, expresarían la más profunda de las tristezas con lágrimas en forma de hojas secas, aunque todos no fuesen sauces llorones.
ResponderEliminarUn título perfecto para un relato lleno de sabiduría, con unos protagonistas que nos son cercanos, con los que es imposible no identificarse.
Un abrazo fuerte, Antonio
Qué bien escuchas cuando lees, Ángel. Es un gustazo poder disfrutar de tus comentarios. Gracias por dejarme de nuevo tus reflexiones e impresiones.
EliminarUn fuerte abrazo.
Esto profundiza en una creencia generalizada sobre que los ángeles son seres que conversan, en un cielo extenso, que abarque otras especies, más allá de la Creación, estoy seguros de que los árboles compartirán esta característica con los ángeles. Gracias por este relato, Antonio
ResponderEliminarBonita reflexión, Manuel. Si tuviéramos un tamaño un poco mayor que un átomo y miráramos a nuestro alrededor, no distinguiríamos los límites de la materia, veríamos un infinito continuo de átomos relacionándose entre sí. En cierta forma, todo está interconectado, incluso lo inerte.
EliminarGracias a ti por tomarte la molestia de comentar.
Un abrazo.
Amigo Antonio, no sé qué palabra utilizar para describir tu relato. Todas se me quedan pequeñas. Es un texto inmenso, en forma y fondo. Yo también te doy las gracias por esta belleza de regalo.
ResponderEliminarY abrazos.
Tú no tienes palabras pequeñas, querida Patricia. Me has emocionado con lo que me has dicho. Soy yo el que te da las gracias.
EliminarUn pedazo de abracico.
Antonio, a mi tb. me ha gustado tu relato.
ResponderEliminarInvitas a mirar las estrellas, el bosque, el interior de uno mismo a fin de inquirir sobre la felicidad. Son muchos temas:
- La felicidad puede ser amortiguada, chamuscada, incluso apagada.
- Conversar plácidamente con los semejantes, se trate de árboles o de personas, bien puede ayudar a conformar muchos momentos felices.
- La felicidad y el torpe abono de medidas antinaturales, al final, son incompatibles.
- Si las estrellas del firmamento son bellísimos testigos mudos de nuestro existir, supongo que sería razonable no negarlas, al contrario, incorporarlas a la fiesta.
- Además, aunque con torpeza se las niegue,hagamos por cegarnos, ellas seguirán allí y seremos nosotros, los humanos (aislados y desbrujulados) quienes saldremos perdiendo por ello.
Un abrazo!
Yo creo que la felicidad es maleable, y podemos adaptarla según aquello que nos conforme, por eso algunos siempre la buscan, por eso otros dicen poseerla.
EliminarMe alegro de que te haya gustado el relato; que encuentres tantos matices en él dice mucho de tu enorme sensibilidad.
Mil gracias por tu comentario.
Un fuerte abrazo.
Antonio, es más que probable que al finalizar las obras de reconstrucción los pobres sauces tuviesen todavía más motivo para llorar, pues tras ser conocedores de la libertad para conversar con sus semejantes del bosque, de nuevo se ven constreñidos en una jaula que aunque nueva, solo les permite ver las nuevas estrellas con iluminación led.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu estupendo relato.
Has recogido a la perfección la esencia de la historia. Gracias, muchas gracias por leerlo y dejarme un comentario tan completo.
EliminarUn abrazo nada irreverente.
Melancólico relato de arboles cautivos que quizás hubieran preferido no llegar a conocer lo que es la libertad. Con el ensamblaje de todos los elementos se construye una preciosa metáfora. Enhorabuena, Antonio.
ResponderEliminarUn saludo.
Estoy seguro de que hubieran preferido no conocerla, sólo se puede desear aquello que se conoce.
EliminarGracias por tu lectura y, sobre todo, por comentar.
Un saludo.
Sublime, precioso, magnífico.
ResponderEliminarQué verdad es que la ignorancia, además de atrevida, es feliz en sus limitaciones.
Nadie lo contará más bellamente. Ahora me explico por qué el sauce es llorón.
Un abrazo.
Pablo
La ignorancia precisamente es feliz por limitada. Ser conscientes de lo que nos rodea, nos empequeñece, lo que suele impedir encontrar la felicidad.
EliminarMuchas gracias,Pablo.
Un fuerte abrazo.
(otro día te explicaré porque el cardo es borriquero ;-))
Hay mucha belleza en tu micro, Antonio. La comunicación entre los árboles es muy poética, pero también es un hecho probado científicamente. Lo hacen a través de unas redes de hongos en sus raíces. Se ayudan entre ellos, dándonos una vez más una lección a los soberbios y depredadores humanos. Los tuyos pueden conversar bajo las estrellas en el bosque; en cambio, los árboles de la ciudad permanecen prisioneros bajo las luces artificiales. Quizá no puedan ni soñar con la libertad. Todas sus hojas lloran cautivas. El sauce es el que mejor expresa este sentimiento. En cuanto a la felicidad de la ignorancia, precioso título, por esta vez voy a disentir contigo. No pueden ser felices encerrados en las urbes de asfalto, se están perdiendo la maravilla de la libertad, la belleza de la bóveda celeste y la comunicación entre sus semejantes; aunque lo ignoren.
ResponderEliminarEres un excelente narrador. Este micro y toda tu trayectoria así lo prueban, pero he de decirte que tienes el don de la poesía. Un fuerte abrazo.
Interesante: redes de hongos componiendo una especie de internet micológica. Va a ser verdad que todo estaba ya inventado, hasta las redes sociales ;-)
ResponderEliminarCierto, ya no son felices entre asfalto, no habiendo conocido cómo viven sus congéneres lejos de ese manto gris. No como yo, que me quedo como una perdiz recibiendo de una gran escritora tal cantidad de halagos.
Gracias por tu comentario, carmen.
Un abreso (abrazo con un par de besos)
La imagen poética construida con palabras es el sumun de la poesía desgranada en un cincuenta. Muchos aspectos concurren en tu relato para que se me haga tan especial. Para empezar, mi amor por los árboles; sigue mi notoria angustia de sentirme preso en las grandes ciudades cercado de por construcciones que ciegan las estrellas y, por ende, mi árbol en el horóscopo celta: soy el sauce llorón.
ResponderEliminarHay veces en que no sabe uno por qué le toca tanto la poesía de tus palabras. Hoy, adivino a entrever por dónde accede tu magia a tocarme el corazón.
Maravilloso texto, Antonio. Esto y un fuerte abrazo.
Gran relato como acostumbras. A parte de disfrutar de tu prosa, nos das que pensar con tus palabras. Mejor ignorante y feliz o ilustrado y desdichado, quizá como todo en esta vida la virtud está en el término medio, vete tú a saber.
ResponderEliminarUn abrazo.