Añoranza
El astronauta estuvo un año en el espacio. Cuando regresó a la Tierra, a veces iba a la piscina que tenía en el sótano de su casa y se metía en el agua, en la parte profunda; allí se sumergía e imaginaba estar de vuelta en el espacio. Sentía añoranza.
Apreciado Luis, ¡que relato más imaginativo y a la vez lleno de realidad! Es verdad que a veces echamos de menos aquellos lugares en los que hemos estado una larga temporada...y más si carecen de gravedad. Mi enhorabuena y gracias por permitirnos leerlo.
ResponderEliminarSaludos
Incluso un lugar tan, a priori, inhóspito como el negro espacio puede convertirse en un hogar apacible, mientras que un hogar, a posteriori, puede hacernos añorar aquellos espacios ya no tan negros. Todo depende de lo que hayamos vivido en cada uno de esos lugares.
EliminarGracias, Pilar, por tus amables palabras y por leer mi relato.
Saludos.
Se dice que los humanos somos seres de costumbres. El astronauta ha pasado tanto tiempo en la oscuridad y la ingravidez del espacio, que necesita reproducir un ambiente similar en su propio hogar en la Tierra.
ResponderEliminarTus paseos por el espacio ya nos resultan familiares, querido astronauta. Siempre nos haces soñar. Un fuerte abrazo, Luis.
El espacio es silencio, y cuando observas al infinito cada planeta ocupa su lugar, cada estrella su rincón; todo es orden, todo cumple su ley física correpondiente, no como en la Tierra en la que incluso en verano se venden billetes de la lotería de Navidad (como bien sabes tú); todo un desquiciamiento para el astronauta, jajaja
EliminarOtro fuerte abrazo para tí, Carmen.