El día que me despedí de mí
De pronto el espejo se vació. Del temor había pasado a la duda, luego al titubeo y el extrañamiento propio. Azulearon las sombras en mi mente, zigzaguearon mis pensamientos, el pánico incipiente fue sofocado por un fogonazo inapelable que me impuso una férrea regla: nunca más sería el que fui.
Aunque sé que impertinente, quiero aportar desenfadadamente una pequeña explicación de la intención del autor, dado que me temo que el relato ha salido acaso algo abstruso, digamos en plan bonito que kafkiano. Sí, queda mejor.
ResponderEliminarPersonaje, ubicación, trama y desenlace.
El personaje es una persona cualquiera al borde mismo de la locura: allá donde con sólo un pasito se traspasa el límite tan endeble que separa la normalidad del funcionamiento de la mente de su fracaso, de la anormalidad.
Ese endiablado instante constituye el reto que el narrador se plantea aquí, nada menos. Osado intento. En torno a él la escueta trama (50 no da para más).
La ubicación del relato es irrelevante, lo que de verdad cuenta es el espanto de quien sabe que ese instante definitivo que le atrapa le va a convertir - le está convirtiendo - en demente. ¿Y el desenlace? La locura.
Dicho queda por si puede ayudar a la comprensión. Y, claro, ¡muchas gracias al lector!
Apreciado Carmelo,
ResponderEliminarReflejas con todo detalle el sentimiento de tu personaje al borde de ese pozo sin fondo, que además le hace ser totalmente consciente de que ya nunca volverá a ser como antes.
Y creo yo, que en muchas ocasiones esto nos ocurre con diferentes circunstancias de la vida.
Gracias por tu relato, me ha encantado leerlo.
Saludos
Pilar, me ha gustado la imagen tuya del pozo sin fondo, una especie de insidioso abismo camuflado. Así como la alusión al sentimiento de lo irrecuperable, que sintoniza con el micro. Tb. coincido contigo en que sentimientos parecidos se producen en otras circunstancias. He elegido el tránsito a la locura porque es especialmente trágico. Y creo que poco estudiado.
EliminarTe agradezco mucho, Pilar, tu encantador comentario.
Recibe un saludo muy cordial.
Amigo Carmelo, este sugerente relato autocomentado nos ofrece una visión del deslumbramiento desde la óptica del que percibe el temblor al cruzar al otro lado del espejo. Desde allí (puede que Alicia corroborase mis palabras) contemplar la propia imagen como un simple reflejo ya no es posible. Complejidad y profundidad nos ofrecen un universo imposible de reducir a lo simplemente constatable y real.
ResponderEliminarPuede que sea el horror de la nada y el vacío interior lo que nos aborde, puede que sea el fuego creador de nuevos mundos creativos los que se abismen ante la nueva realidad desconocida constituida sobre el fundamentos sin ley ni razón conocida.
Más allá de tus sanas y bien logradas intenciones narrativas, percibo un pulso poético de estas sorprendentes cincuenta palabras que le prestan alas al relato y lo llevan a ese lugar donde sucede lo imprevisto, la maravilla que es que en tan poco espacio narrado quepa la grandeza que que acontece cuando nos sacude la zozobra ante la posibilidad de ser otro o, sencillamente, dejar de ser quién o qué somos.
Enorme, Carmelo. De los que hacen temblar. Enhorabuena. Esto y un fuerte abrazo.
Estimado Manuel.
EliminarVuelves a ser lo que eres: refinado analista, brillante escritor y gran persona. Disculpa que no siga por aquí, voy a contenerme con el fin de no perderme en halagos bien merecidos hacia ti. Punto.
Sí, además de lo descrito en el micro es asimismo terrible lo que cuentan quienes han vuelto de la muerte. Tb., por supuesto, y en otro orden de cosas, esos instantes estremecedores, por ejemplo, asociados al gozo de recuperar a un hijo perdido, secuestrado, afectado de una enfermedad que diagnosticaron mortal de necesidad... Poner palabras a esos trances es imposible, pero por eso mismo es algo que tienta y mucho al escritor. Seguro que tú y quienes se asoman a esta palestra literaria entienden a lo que me refiero; y eso a pesar de que ni en el micro ni aquí tenga yo conciencia de barajar las palabras precisas para ello. Y que tanto deseo dar con ellas!
Esto (jeje) y un fuerte abrazo!
Me ha gustado tu microrrelato sobre la identidad. Generas expectativas de entrada, mantienes el ritmo y desvelas el conflicto y su resolución al final.
ResponderEliminarYo he leído el relato sin ver tu explicación adicional y mi interpretación quizás ha sido distinta de la que tú pretendías, pero creo que esto no es malo y que habla en favor del relato: a veces no somos quien creemos ser. Es bueno mirarse en el espejo de vez en cuando. Aunque sea duro, conocerse siempre es mejor. Las dudas, las sombras y el miedo pueden ser el peaje que allane el camino hacia el nuevo yo.
Un saludo.
Muchas gracias, Josep, por tus comentarios.
EliminarTu interpretación "libre" (discúlpame por el entrecomillado) no hace sino enriquecer el micro. En efecto, los humanos nos vemos sujetos a momentos cruciales muy duros, sin olvidar los muy agradables. La vida viene a ser una espléndida concatenación de experiencias agridulces.
Un cordial saludo!
Carmelo, si me lo permites, te diré que no me gusta tu interpretación. Me gusta más la mía a un relato soberbio que sugiere mucho y deja que las imágenes fluyan en la mente del lector para que sea él quien les dé significado. A la vista está, por los comentarios que me preceden. Y esa es la riqueza de la palabra, que permite hacer equilibrios y juegos malabares espectaculares, diferentes para cada espectador. Como has conseguido tú con este micro, para mí, uno de los mejores del mes. Lo que no quiere decir nada, porque ya se sabe lo chalada que estoy, como el personaje que tú habías imaginado. Reinventarse y seguir la senda, aunque duela, eso es lo que me ha transmitido a mí tu historia.
ResponderEliminarPara ti, la flor del cardo que adorna la escoba de las brujas sin miedo a volar.
Patricia, me encanta tu comentario.
EliminarA mí tb. me gusta más tu criatura interpretativa (¡qué mofletes y ojos azules...!). Mi interpretación creo que no está mal y, además, ha sido el alma que me ha hecho escribir este micro. Siempre los hijos propios nos parecen más "guapos" que los ajenos, aunque objetivamente no sea así: ¿las razones del corazón que decía P., el pensador francés?
Lo que sí está para mí muy claro es que no he debido adelantarme a dar mi interpretación, pues condicionaba la de los lectores, no todos como es el caso de Josep Mª, pero ya está hecho. Tienes toda la razón, Patricia, de que la interpretación es derecho del lector. Y su interpretación es la que manda para él y tb. para todos los que la compartan con él.
Dicho lo cual, te agradezco: el comentario, su desenfado encantador, la flor que estaba esperando recibir de ti y no llegaba hasta ahora y el guiño con lo de del vuelo que en adelante estará adornado.
De "chalada" nada, genial si es caso, salvo esa partecita que el decir popular nos asigna a todos con aquello de que "todos tenemos algo de niñ@s, poetas y locos".
Un muy fuerte abrazo!
En esta pequeña maravilla de relato, al igual que Patricia, me quedo con lo que yo interpreto: renovarse o morir. Está claro que la vida nos pone muchas dificultades, hay que ir sorteando o superando o, incluso cayendo, para renacer con más fuerza, más uno.
ResponderEliminarUn relato para darle muchas muchas vueltas. Gracias por él.
Saludos.
Pienso que la locura, al fin y al cabo,no deja de ser un penoso suceso que implica un cambio revolucionario. Incluso algo más que una renovación.
EliminarAcaso la 1ª se nos impone y la 2ª, a menudo, podemos elegirla, encauzarla, o al menos modularla.
Lo dicho es mi manera de decirte, Nuria, que estoy de acuerdo y que me gusta tu interpretación.
Renacer, tal como dices en tu comentario, es un volver a nacer y en los momentos cruciales de la vida se nos plantea la disyuntiva de reinventarnos, renacer, o bien tener que asumir la gran derrota simbolizada por la muerte.
Un cordial saludo y gracias por comentar.
Los espejos, la identidad, la frontera de la locura, el miedo a cruzarla... Ya tengo una buena dosis para pensar, Carmelo.
ResponderEliminarAbrazos.
¡Huy! ¡Huy! Mucho pero que mucho cuidado, Carmen, si te saltan chispas del cerebro de tanto pensar en este tipo de cuestiones peliagudas, mantén alejado el material inflamable, gasolina y esas cosas. Lo mismo si no se te organiza un incendio morrocotudo.
EliminarAl margen de bromas, que pases un buen fin de semana.
Un fuerte abrazo.
No te preocupes, que soy ignífuga. Y tengo un buen fin de semana por delante.
ResponderEliminarDisfruta tú también, con o sin espejo.
Muestras ese momento en el que nos reconocemos en aquello que despreciamos, esa lucidez carnívora que percibe el hedor que desprendemos y quiere extirparlo. Describes una huida que es búsqueda a un seminal interior traicionado, con palabras intensas, nítidas.
ResponderEliminarUn relato sobresaliente, Carmelo. Enhorabuena.
Un abrazo.