El otro sol
El sol dolía allá en lo alto. Llevaba horas de trabajo agachado, mirando al suelo, viendo avanzar lentamente la labor. El sudor surcaba la capa terrosa adherida a mi piel. Era duro el trabajo del campo.
Hoy, este pensamiento me asaltó mientras me acomodaba en la toalla mirando al mar.
Hoy, este pensamiento me asaltó mientras me acomodaba en la toalla mirando al mar.
La comodidad cuesta. El sacrificio tiene su recompensa.
ResponderEliminarLo malo es que hay mucho de ese sol que "duele", antes de poder mirar las olas.
Menos mal que las de navidad andan próximas.
Un saludo, Javier
Lo cierto es que lo que para unos, el sol, es un objetivo ansiado y se paga por estar expuesto a él, para otros la exposición obligatoria al sol resulta, cuando menos, agobiante y fatigosa.
ResponderEliminarGracias lunanegra
Me has recordado a mi padre. Él intentaba no estar bajo sol demasiado tiempo, con el argumento de que, en su trabajo, ya había estado bastante expuesto. El sol sale para todos, simplemente, está ahí, sin entender que la actitud y las circunstancias no son las mismas en quien recibe sus rayos, eso queda para las personas y el complejo mundo que han creado, motivo de un relato que, a partir de un pequeño detalle, nos hace pensar.
ResponderEliminarUn saludo, Javier
Es justamente el recuerdo de ver a familiares arando los campos lo que me ha sugerido escribir este relato. Es el mismo que me viene a la mente cuando veo esas playas atiborradas de gente que acude para permanecer horas bajo el sol. Como bien dices el sol sale para todos, pero no para todos es lo mismo.
ResponderEliminarGracias por el comentario, Ángel
Qué bien has transmitido esa sensación con tu relato, Javier. Yo conocí ese otro sol de campo y sentí lo que tu protagonista tendido al sol de la toalla. Como se diría en mi tierra, na que ve.
ResponderEliminarEra duro, sí, pero te diré que también hermoso.
Saludos.
Estos microrrelatos de pocas palabras son como chispazos que revelan fragmentos de vida y que nos hacen sonreír y pensar según el caso. Este sol, siempre el mismo y, sin embargo, tan diferente en ocasiones me inspiró este relato.
EliminarGracias Manuel. Un abrazo
Dos caras bien diferenciadas de un mismo sol. Un relato tan bien estructurado como brillante, más brillante que el sol.
ResponderEliminarEnhorabuena, Javier.
Un abrazo.
Pablo
Si este relato ha merecido una opinión como ésta de un veterano cincuentista como Pablo Núñez, tengo que dar gracias al sol. Me alegra cada vez más haberme encontrado con esta página.
EliminarGracias Pablo por tu comentario.
El sol del verano es el sudor con el que se ganan el pan quienes trabajan la tierra y anhelan la sombra de un buen árbol en los descansos de la jornada. En cambio, desde que se puso de moda la piel bronceada, otros buscan en las playas una buena toalla donde tostarse. La vida tiene estos contrastes. Entiendo muy bien tu mensaje, Javier. Hija de agricultores, los veranos que más recuerdo eran de un sol abrasador, sin protección, de los que hacían saltar la piel.
ResponderEliminarMe ha gustado tu homenaje a la gente del campo. Un abrazo.
Javier, te veo en bando de los que tienen al sol como colega más que como enemigo. Lo prefiero así, porque me estabas haciendo sufrir con "la caló". Te espero en el próximo mes, a ver con qué nos sorprendes.
ResponderEliminarEl próximo mes te sorprenderé con algo bastante más serio. Un calor que nace en el interior, pero nada bueno. Lo comentaremos tomando una caña.
EliminarUn abrazo Juan
Bajo el mismo sol, pero sobre distinta tierra. Paradoja reflejada de forma contundente.
ResponderEliminarUn saludo, Javier.