El silencio
¿Por qué aquel silencio? Era sobrecogedor. No se oía absolutamente nada. Pensé en un primer momento que la explosión de la bomba me había dejado sordo, pero me equivocaba: yo estaba solo en aquella trinchera en la que, un momento antes, nos apiñábamos treinta hombres. Entonces comprendí: yo estaba muerto.
Me ha gustado mucho, Rosa. Enhorabuena. Un abrazo
ResponderEliminarUn relato muy conseguido. Nos introduces en esa trinchera donde triunfa la muerte, en la mejor tradición antibelicista. Felicidades. Saludos.
ResponderEliminar