La plaga
Están por todas partes. Agrupadas con delicadeza en estructuras frágiles de extraña pigmentación que salpican el gris pulverulento del suelo. En las escasas zonas del planeta aún accesibles sin mascarilla es posible captar su aroma sutil, pero será preciso destruirlas de nuevo. Los viejos, apenas las descubren, rompen a llorar.
Este relato que entiendo como distópico, me transporta a un mundo mucho más extenso y complejo del que parece que pudieran crear cincuenta palabras.
ResponderEliminarGracias por tu relato, Jerónimo.
Muchas gracias Manuel. Quizá la magia de un microrrelato sea la que apuntas: alcanzar otros mundos con muy pocas palabras. Ojalá lo haya conseguido. Un abrazo
EliminarMe viene a la memoria con tu relato la plaga de avispas velutinas que tenemos en Galicia. Crean auténticas metrópolis hechas con afán y perfección para seguir progresando y aumentando su población. Pero, irremediablemente hay que destruirlas.
ResponderEliminarUn cordial saludo Jerónimo
QuE perspectiva tan interesante! Me alegra que te haya gustado. Un beso
EliminarVeo flores. Son los nuevos virus, la plaga.
ResponderEliminarUna distopía que quizá se de en un futuro.
Me gustó mucho, Jerónimo.
Muchas gracias Maria! En un mundo distópico lo más hermoso se vuelve dañino. Un beso grande.
EliminarUn relato amargo, me parece. Muy bien contado y con pocas esperanzan en el planeta. El llanto de los viejos lo evidencian. Espero que no se cumpla.
ResponderEliminarEnhorabuena!
Muchas gracias Maria Luisa! Esperemos que el planeta no se nos vaya de las manos. Un beso.
EliminarRetratas un escenario que me recuerda a la maleza roja de la versión musical de la guerra de los mundos, aunque, en esta ocasión, todo apunta a que los marcianos que la han provocado somos nosotros mismos.
ResponderEliminarCreas un relato de densa atmósfera, excelentemente escrito y que deja la imaginación uniformemente acelerada tras el punto final.
Enhorabuena, Jero.
Un abrazo.
Muchas gracias Antonio. Quizá la gracia esté en la bondad de la maleza, que reulta dañina por lo que despierta en los ancianos. Un gran abrazo
EliminarMe ha parecido que tu plaga puede tratarse de algo tan sencillo, silvestre pero encantador como las florecillas del campo, margaritas, amapolas... lo que quizás un día tampoco crezca y solo viva en el recuerdo de los más ancianos, que cuando las vuelven a ver, rompen a llorar.
ResponderEliminarAsí lo he visto y así me ha gustado.
Un abrazo, Jero.