Mesa para cinco (Comensal #1)
Se reunían, puntuales, todos los diez de octubre. Ninguno de los cinco escritores recordaba el motivo del encuentro. Su memoria se desvanecía. Olvidaron sus nombres completos. Conocían tan solo sus iniciales: dos C, dos J y una M. Los abrazos, sin embargo, continuaban siendo intensos, emotivos y vivos. Como siempre.
Querida compañera, me encantan tus relatos tan llenos de sinceridad, porque cierto es que el deterioro cognitivo lleva al ser humano al olvido de los nombres, pero no de los sentimientos.
ResponderEliminarUn abrazo, María José.
Hola, María José. Nos dejas un magnífico aperitivo para iniciar la comida en esta Mesa para cinco (¡y también un invitado inesperado y, por ahora, desconocido!). A ver lo que nos depara el resto de comensales... Me adhiero a lo que te ha dicho PIlar por ahí arriba; yo, puede que metafóricante, también veo a esas personas que no recuerdan ciertas cosas, pero "algo" consigue que se aferren a lo de verdad importante. Besos.
ResponderEliminarUn precioso encuentro. La amistad entre colegas es una de las mejores cosas, si no la mejor, que nos ha dado esta entrañable y magnífica página. Formar esta comunidad de amigos a raíz de la afición de la escritura es su mayor logro, creo yo. Gracias a ella, la de buena gente que hemos conocido. Fue un placer teneros en Sevilla, y por todos los sitios que vais los cincuentistas locales aparecen encantados para saludaros y conoceros personalmente. Y es que esta comunidad es mucho más que esos más de cinco mil microrrelatos que la forman. Un pequeño ejemplo, el sentimiento de vacío que todos hemos sentido, tanto los que lo conocíamos personalmente como los que no, por la pérdida de un insigne cincuentista que atesoraba todo lo bueno que crece en esta casa: amistad, generosidad, pasión y buenas letras. En la última quedada me decía que lo mejor que le había pasado últimamente había sido llegar a cincuenta para quedarse; nunca lo olvidaré. Siempre será uno de los nuestros, como esos cinco comensales que se esconden detrás de esas iniciales y que todos reconocemos.
ResponderEliminarUn beso, María José. Espero que al final de la comida pudieras poner nombre a cada comensal. 😉
Un beso. Atento quedo al resto de micros.
Pablo
¡Micro-encuentros en la tercera edad! (bueno, en la cuarta o quinta, que los asistentes están ya un poco "muy-viejitos", jeje)
ResponderEliminarEncantadora la imagen de los cinco amigos que siguen quedando, con emoción y sentimiento a pesar de fallarles la memoria.
Un relato muy tierno, M.José!
Un beso.
Carme.
Emotivo relato, comensal 1. Una impronta en los sentimientos es más fuerte que otro tipo de recuerdos. Muy bien construido e imaginativo. El alma puede seguir viva, aunque se pierda la memoria.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo, María José.
PD: el relato del comensal 3 viene la próxima semana (si le dejan salir de la cárcel).
Como hace poco he recordado a José Agustín Goytisolo en mi comentario al microcuento de Malu, seguiré con él, y recordaré esos versos del poema Palabras para Julia que dicen: “Un hombre solo, una mujer / así tomados, de uno en uno / son como polvo, no son nada”.
ResponderEliminarEn esa mesa para cinco de tu microcuento lo que celebras es eso: las relaciones humanas, tan difíciles a veces, tan imposibles otras, y, no obstante, uno de los pocos mares donde, como en el poema de Leopardi, es dulce naufragar.
A esas cinco personas las une un vínculo importante: su amor por la escritura, lo cual no quiere decir que ese amor sea una panacea para llevarse bien, ya sabemos que en el mundo literario, a veces, también suele haber envidias, mezquindad, y hasta puñaladas traperas; pero no es el caso como denotan esos abrazos sinceros, esa emotividad, esa felicidad por volver a estar juntos y poder compartir, alrededor de esa mesa, su vida completa, tanto la personal, como la de las ideas.
Y en eso, demuestran mucha más inteligencia que muchos otros escritores que utilizan sus plumas para lanzar pullas contra compañeros de profesión, que forman capillitas, a veces, alrededor del de mayor renombre de ellos, y se dedican a hacer la guerra a quienes consideran sus rivales, algo que, en mi particular opinión, me parece lamentable, en el mundo de la cultura, el arte y las ideas, el cual, debería servir para elevar el espíritu y no para encanallarlo.
Pero esos escritores amigos tienen una fecha grabada en su mente, la tienen tan grabada como la del día de su nacimiento y las de los acontecimientos más importantes de su existencia, y aunque, quizá, la memoria flaquee debido a las primeras dentelladas de la vejez, aunque sólo recuerden las iniciales de sus nombres, el afecto surge de inmediato, y los abrazos que transmiten lo único que, a la postre, tiene valor en la vida: el amor hacia los demás.
Precioso, María José, y refleja muy bien el espíritu de esta página, el cual anda un tanto alicaído y triste por la perdida de una gran persona que aquí se prodigaba con mucha generosidad y sabiduría, nuestro compañero y amigo Eduardo.
Un abrazo, María José.
Tras leer el relato, el hemisferio derecho de mi cerebro, el que rige los sentimientos, se halla excitado. Esos abrazos nacidos de la amistad, tiene la culpa. Mi hemisferio izquierdo, por su parte, artífice de la palabra, el lenguaje y a inteligencia, sonríe ante la simpática ironía de tu texto. Así que ya ves, María José, me he quedado sonriente y emocionado.
ResponderEliminarBeso.
Me huele que detrás de esas iniciales se esconden reputados y reputadas cincuentistas que no olvidarán dejarnos a tiempo sus relatos. Una iniciativa original y un relato muy sugerente,M. Un abrazo.
ResponderEliminarEse encuentro tiene a cinco cincuentistas reconocibles por sus iniciales. Dicen que la memoria se les ha deteriorado, pero igual juegan con todos nosotros al despiste. La incógnita es la del invitado. Esperaremos a que se complete la serie.
ResponderEliminarBesos, María José.
María José, ¡qué relato! Seguiremos así el día de mañana; tomando café sin azúcar, sin recuerdos, pero con los abrazos más tiernos del mundo.
ResponderEliminar¡Qué tierno escribes María José! Siempre me dejas un regustillo en el paladar después de leerte.
ResponderEliminarUn abrazo bonita,