Libertad
Asqueada, necesitaba respirar, que la brisa arrastrase el pegajoso sudor que había mancillado su cuerpo. Tras pisotear aquellos amontonados ojos, temerosos del látigo del capitán, saltó a cubierta. Las luces de la costa le marcaban su final.
Al alba, contemplaron su piel de ébano, inerte, sobre un mar de libertad.
Al alba, contemplaron su piel de ébano, inerte, sobre un mar de libertad.
Gracias por este canto a la liberación del cuerpo y del alma. Cuánto tiempo hacía que no me encontraba con un buen texto sobre la esclavitud.
ResponderEliminarUn saludo afectuoso, Pedro.
Quizá se le puede dar una lectura más actual. Veo a inmigrantes ilegales que tienen que dejarse el cuerpo para que los lleven a Europa y al final se dejan también la vida en el intento, buscando esa libertad que no consiguen...
ResponderEliminarSaludos.
Carme.