Pan para hoy
Ignoraba si habría cometido delito de sangre de haber llegado al frente vivo. Nada podía alegar, salvo que su hombre fue bueno y se vio obligado a ir a la guerra.
Ahora en el Auxilio Social, con sus dos pequeños, mendigaba una piadosa e implacable cartilla de racionamiento. Necesitaban comer.
Ahora en el Auxilio Social, con sus dos pequeños, mendigaba una piadosa e implacable cartilla de racionamiento. Necesitaban comer.
Las guerras solo traen desolación. No solo las sufren los combatientes, que ya sería bastante, Las consecuencias de tanta sinrazón las padecen todos, tanto más cuanto más débiles. El problema es que no está claro que aprendamos del mayor de los errores, no existe garantía de no volver a reincidir. Este "pan para hoy" es un canto a la supervivencia, dentro de un presente precario y ante un futuro incierto.
ResponderEliminarUn saludo, Manuel
Muchísimas gracias, Ángel. Sobrevivamos a tiempos adversos. Creemos mundos más bellos o al menos más justos con la ayuda de la literatura.
EliminarUn saludo afectuoso.
Sólo pueden reincidir los que previamente hayan incurrido en falta o en el error.
EliminarNo estoy seguro de entender sus palabras, Sr. Gallego Rey. Tal vez quiera comentar el relato que precede sus palabras, pero no veo claramente la relación entre el cuento y lo que dice.
EliminarTal vez pueda escribir un microrrelato en cincuenta palabras que demuestren la tesis que quiere presentarnos.
Un saludo
Fueron tiempos duros y creo yo que aquellos que han vivido el hambre, reflejan esa tristeza siempre en su mirada.
ResponderEliminarUn cordial saludo, Manuel
Muchas gracias, Pilar.
EliminarYo fui afortunado de no haberlos padecido, pero también de conocerlos a través de quienes llamaron a aquellos tiempos los Años del Hambre.
Un saludo cordial.
Mis padres y abuelos vivieron la guerra en primera persona. El impacto fue terrible y lo que vino después dejo inevitablemente su huella en sus descendientes, nosotros. Tu relato es un “flashback” que desnuda el sin sentido y la desesperación. Nos recuerda con crudeza algo que es responsabilidad de todos evitar.
ResponderEliminarUn saludo, Manuel.
Yo también soy nieto de quienes vivieron esos atroces años y en buena medida estas pequeñas historias son las que me ayudaron vitalmente a desarrollar mi empatía y mi deseo de paz.
EliminarGracias por tus comentarios, Josep Maria.
Si la guerra ya es cruel en sí misma, la postguerra no lo es menos. El miedo y, sobre todo, el hambre, hacen mella en quienes sobreviven. Venimos de generaciones que conocieron, cuanto menos, la escasez de alimentos. Las cartillas de racionamiento no garantizaban el pan de cada día, pero repartían la miseria. Aún recuerdo los esfuerzos económicos y el ingenio de las mujeres que me precedieron para presentar un plato en la mesa y la costumbre de besar el último trozo del bocadillo en el patio de la escuela cuando estábamos saciados: Los besos en el pan, que da título a la conocida novela de Almudena Grandes. Todavía existe el hambre en el mundo, incluso en nuestras calles y en los niños que se nutren gracias a los comedores escolares. Pongamos nuestro granito de arena y exijamos más justicia social.
ResponderEliminarMuy lamentable la situación que planteas en tu micro, Manuel. Un fuerte abrazo.
Muchísimas gracias por tus comentarios, aunque debería decir que son en sí mismos un nuevo relato, que continúan, y dan más profundidad y emoción al micro que precede estas palabras.
EliminarUn saludo muy afectuoso, Carmen.
Hay ficciones que tocan el alma con la crudeza de la realidad que plasman. Tu relato nos trae en alas del recuerdo el rastro de un país desnudo y hambriento, donde la prioridad no era saber o reivindicar, sino sobrevivir junto a la prole.
ResponderEliminarYa el primer párrafo conmueve por la inocencia, por la sencilla ingenuidad y simpleza de sus protagonista. El segundo, convierte el texto y la necesidad en acuciantes: lo más importante es el alimento.
Triste situación cuando nuestras prioridades están marcadas por el sustento diario.
Un relato que evoca con sutileza y maestría las miserias de un tiempo que ojalá no vuelva nunca a perturbarnos.
Un abrazo, Manuel.
Realmente creo que es tu análisis el que consigue sacar lo mejor de este microrrelato. Como siempre me siento muy agradecido.
EliminarUn saludo muy cordial, Manuel.
En pocas palabras, tu relato refleja una triste realidad. Después del frente y de la sangre derramada, la miseria y caridad para sus descendientes.
ResponderEliminarSaludos cordiales, Manuel.
Muchas gracias, María Jesús. Como ya decía anteriormente pertenezco a la generación que no vivió la guerra en carne propia, pero que pudo escuchar sus mayores aquellos duros relatos de supervivencia, amargura y realidad.
EliminarUn cordial saludo