Pecados cristianos
Los pasos de don Gerardo eran sigilosos. Él, un farmacéutico ejemplar, se movía por las calles cuidando al máximo esconder la sombra de un hombre que con asiduidad se acababa perdiendo en casa de doña Angelita. ¿Qué ocultaba? Nada menos que un secreto de estado, un secreto de estado civil.
Me ha encantado, Juan. Todo el relato destila un aire de misterio, de secreto, que solo desvelas en la palabra final. Felicidades, un abrazo.
ResponderEliminarEse farmacéutico que desliza con sigilo su infidelidad, deja al lector una sombra muy perdurable cuando descubres sus propósitos con doña Angelita. Seguro que lleva consigo la mejor de las medicinas, una que se debe tomar con asiduidad y con sumo cuidado sino se quieren sufrir unos severos efectos secundarios.
ResponderEliminarMagnífico relato, Juan, Felicidades.
Un abrazo.
Éste te ha salido redondo. Ese regusto de tu relato a novela negra del siglo pasado me deja con la sonrisa en la boca cuando leo el final. Algo así ya se intuía al pensar en las asiduas visitas a doña Angelita.
ResponderEliminarMuy bueno Juan. Un abrazo
Ese secreto de Estado civil lo tenía bien calladito, algo imprescindible para contentar a las dos partes. Farmacéutico ejemplar en su oficio y más discutible en otros aspectos.
ResponderEliminarUn relato con juego de palabras que da mucho juego.
Un saludo, Juan
Gracias, colegas. La verdad que le tengo muchas ganas a la gente hipócrita, se nota ¿no? Espero seguir desnudando su interior. Gracias a vuestros ánimos es seguro que nos veremos en un mes.
ResponderEliminarEl doble juego del farmacéutico, profesional ejemplar y adúltero secreto, no se desvela hasta el final del micro. Bien contado, Juan. Las dos caras de la moneda, las máscaras tras las que nos ocultamos los seres humanos. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarMuy bien contado, Juan. Me encanta ese halo de misterio con el que has adornado ese adulterio. En cuanto a que hayas escogido a un farmacéutico ejemplar, me parece muy acertado, aunque te digo yo que hay muy pocos ejemplares en mi gremio, desgraciadamente. Muy bien escogido tu personaje y cada palabra. Y muy buen título, algo muy importante para que el texto sea redondo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Pablo
Hombre, los farmacéuticos los tengo más bien por amigos, pero en alguien hay que encarnar estos pecados tan cristianos. Así que Pablo, no te des por aludido.
ResponderEliminarCarmen, me has dado una idea con esto de los dos máscaras, que todos acabamos usando...
Gracias por vuestras ideas.
No te fíes, Juan, que no es por casualidad que farmacia rime con mafia. 😉.
EliminarMe parece genial tu relato y la eleccón de tus personajes. Sé que me repito, pero así lo siento.
Otro abrazo.
Interesante manera de abordar el final del relato. Me ha gustado mucho
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