Un taco al borde del desacato
Tras sacarme de la bolsita, me introdujeron en un ajustado agujero. Completamente hundido, sentí cómo una punta de acero perforaba, con insistentes vueltas de rosca, mi virginal alma de plástico. ¿Hasta cuándo tendría que soportar aquella escarpia alojada en mis entrañas? Entonces escuché al señor Fischer: "Mis tacos aguantan siempre".
Esa garantía del fabricante es también a condena de ese pobre taco, destinado a soportar una presión constante, sin descanso. Lo que nadie sospechaba es que hasta un pequeño trozo de plástico puede tener su corazoncito, su dignidad y ganas de ser libre, algo que no debería negarse a nada ni a nadie. No es ninguna irreverencia ni falta de respeto rebelarse ante la opresión.
ResponderEliminarSimpático relato, Javier
Un abrazo
Dura y violenta vida la de un taco, aunque la de la escarpia no parece mejor.
ResponderEliminarUn relato muy chulo, Javier.
Un saludo.
Se le acabó pronto el intento de desacato, pobre taco, nació para vivir sometido y atravesado por una cruel escarpia. Esta metáfora me suena mucho... Esto de la resignación me sabe mal. Cuántas cosas me trae a la memoria. Buena metáfora, Javier.
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