Malas noches
Sin unas manos cálidas para arroparle, ni osito de peluche al que abrazar; sin ese susurro de cuento para vivir un sueño, y la botella de agua hecha añicos por falta de luz, Adolfito se reducía, mientras el monstruo de sus pesadillas aumentaba, en aquella lúgubre noche de cristales rotos.
Las manos, el osito y el cuento, no hay mejores rutinas para que un niño pierda el temor a la oscuridad de la noche. Su carencia alimenta los monstruos. No se especifican los motivos por los que ha perdido esas muestras de cariño. La falta de luz y la alusión a cristales rotos no presagian nada bueno. Una cosa está clara y no es buena: la oscuridad está venciendo. Podrían haberle secuestrado, o algo peor.
ResponderEliminarNo sé bien cómo ni dónde, pero seguro que nos seguiremos leyendo, María Jesús
Un abrazo
Un niño alimenta sus monstruos por falta de cariño -las manos cálidas, el osito de peluche, los cuentos- y van creciendo sus pesadillas. No es por azar el nombre del niño ni la célebre noche de los cristales rotos. Nos estás llevando al origen de una de las más largas pesadillas del siglo XX, María Jesús.
ResponderEliminarEstupendo micro, en el que transformas la ternura inicial en espanto. Nos seguiremos leyendo. Un beso.
Desde el título, la tierna invalidez del niño huérfano de cariño nos hace sentir que Adolfito podría haber sido otro en otras circunstancias más amables. En consecuencia la historia nos hubiera ahorrado uno de los capítulos más vergonzantes de su ya larga nómina de crueldades.
ResponderEliminarEstremecedor relato, María Jesús. Me lo he pasado muy bien leyendo tus historias y recibiendo tus comentarios. Hasta que volvamos a vernos, un fuerte y afectuoso abrazo.
La ausencia de protección y de cariño pueden agigantar los miedos y encauzar la personalidad, y tal vez configurar el nacimiento de un genocida. Como siempre, María Jesús, un micro interesantísimo. Gracias por compartir tus textos con todos nosotros, nos seguiremos leyendo. Un abrazo.
ResponderEliminarEl miedo es inversamente proporcional al cariño y, en este caso, lo has contado de maravilla. Gran micro.
ResponderEliminarUn beso. Espero seguir leyéndote.
Un besote.
Pablo
El horror se potencia desde la inocencia infantil, como la sal a la comida.
ResponderEliminarConsigues estremecer al poner a un niño ante el futuro que le espera, el que todos conocemos.
Gracias por compartir tus historias, por tus comentarios, por tu atención.
Un abrazo.
Gracias por vuestros generosos y sabios comentarios, que siempre levantan la moral, engrandeciendo los micros.
ResponderEliminarVoy a echar mucho de menos este intercambio de opiniones. Los recordaré con cariño.
Besotes y abrazotes, a todos, aunque sean virtuales.