Método de riesgo
Entrelazados, rodamos pendiente abajo, absortos en nuestros deseos y sensaciones. Las terminaciones nerviosas estaban tan activadas que cualquier golpe o magulladura de la caída nos pasaron totalmente inadvertidos. Nuestros cuerpos solamente respondían a los estímulos que nos regalábamos. Ninguno reparó en la cercanía del precipicio. El coitus interruptus fue brutal.
Es de comprender (y hasta de envidiar) esa concentración, pero un precipicio es un precipicio y todo lo precipita, o lo detiene.
ResponderEliminarSimpático e intenso relato, Rafael.
Un abrazo grande
Ja, ja. Precipitados amantes, Rafael.
ResponderEliminarUn micro sensorial e impactante. Un fuerte abrazo.