Sin perder la compostura
La fastidiosa mosquita no dejaba de enredar entre los asistentes.
Intentaban que no se les notase, miraban a todas partes y, cuando nadie les veía, daban manotazos en el aire, de forma cómica, para espantarla.
Luego, circunspectos, como personas serias, retornaban a su rígida postura de asistentes a un entierro.
Luego, circunspectos, como personas serias, retornaban a su rígida postura de asistentes a un entierro.
Nos pueden las formas circunspectas de lo correcto socialmente. Tantos veces estamos tan pendientes de qué y cómo debemos actuar que de actuar en conciencia dando rienda suelta a cómo somos y sentimos.
ResponderEliminarNo es ni mejor ni peor. Son condiciones del sujeto sometidos a la regla de la convivencia.
Creo que tu relato, Gloria, es un sutil retrato de nuestras apariencias, pero también de nuestro ser más social.
No sé si con él cierras tu participación en Cincuenta, pero me parece una nota genial al colofón de esta página.
Encantado de haberte leído y conocido en Cincuenta, Gloria. Un abrazo.
Manuel cierro mi paso por esta querida casa con otro micro donde expreso mi cariño y mi agradecimiento a todos aquellos a los que he conocido en esta casa, con nuestro Capitán a la cabeza, pero en cuanto al concurso esta sí que es la última ocasión por supuesto no deseada, sino impuesto por las circunstancias. Y para cerrar he querido hacerlo con un pequeño toque de humor con un reciclado del Rec.
EliminarMe ha encantado haber tenido la oportunidad de conoceros, a unos personalmente en las quedadas, y a otros a través de vuestras maravillosas letras. Sólo espero que podamos seguir viéndonos, ya sea virtualmente o en persona en otros foros. Un abrazo. Gloria
Las moscas están entre nosotros desde los albores de eso que llamamos Humanidad o Historia, pero no por cotidianas, universales y constantes, han llegado a fusionarse con nuestras costumbres. Somos diferentes y vivimos en mundos separados. Ellas no guardan la compostura debida en un entierro, ni saben nada acerca de normas sociales, nunca respetarán la quietud que dictan las normas de esos mamíferos enormes cuando despiden a uno de ellos para siempre. Por ese "ir a lo suyo" resultan a menudo molestas, pero ellas son así, como nosotros somos de otra forma.
ResponderEliminarIgual que tus personajes no pierden la compostura, tú no pierdas nunca las ganas de escribir, Gloria; te aseguro que siempre tendrás lectores, entre los que, encantado, me cuento, aunque ya no pueda ser con cincuenta palabras justas.
Un abrazo grande
Muchas gracias, Ángel por tus siempre generosos comentarios, tan agudos y sugerentes.
EliminarYo espero que podamos volver a coincidir y que podamos disfrutar de nuestras pequeñas ocurrencias en forma de micros, poemas, haikus, o incluso novelas.
Deseo que jamás perdamos nuestra capacidad creativa y creadora, unas veces con más acierto y en otras ocasiones más de andar por casa, pero siempre enriquecedoras y en mi caso, incluso curativas.
Un fuerte abrazo y hasta muy pronto, compañero. Glo
Las moscas de Machado también se posaban sobre los párpados yertos de los muertos. Están presentes en cualquier situación. En este caso, los asistentes al funeral disimulan su incomodidad para adaptarse a la compostura exigida por la norma social.
ResponderEliminarBuena crítica al comportamiento impostado, como mandan los cánones más estrictos.
Gloria, aunque nos despidamos de la página, nos seguimos leyendo y charlando en nuevos encuentros. Nos hemos visto en todos los posibles desde la primera vez que fui a una quedada. Un beso muy grande y otro para tu chico.
Muchas gracias, Carmen.
EliminarUff, nada menos que has comparado el tema de mi micro con el que abordaba el gran Machado en uno de sus poemas, que mejor final para mi participación en esta querida casa.
Pero, a pesar de su cierre, pienso volver a coincidir con muchos de vosotros en todas las posibles quedadas, incluso si puedo este mismo jueves.
Gracias por tus comentarios, siempre generosos.
Un abrazo enorme.
Gloria
Este relato tuyo me ha hecho recordar una situación vivida por mí hace años. Durante una marcha realizada en un verano caluroso junto a dos compañeros pasamos por la plaza de un pueblecito de montaña. En un rincón de la misma había un grupo de madres dando la merienda a sus niños pequeños. Estaban rodeados de moscas que rondaban y se posaban en todas partes. Las madres no daban manotazos al aire, de vez en cuando un movimiento de vaivén con el brazo las espantaba de las caras de los niños. Una escena que se me quedó grabada.
ResponderEliminarEsas moscas pesadas también me han acompañado en los veranos que pasaba en el pueblo. Hoy ya no es frecuente verlas en tanta cantidad y cuando alguna se cuela en el interior de nuestras viviendas nos molestan tanto que las expulsamos sin miramientos, como los asistentes al entierro de tu relato.
Me ha gustado tu micro, Gloria. Un abrazo de despedida.
Muchas gracias, Javier. La verdad es que ya no estamos acostumbrados a convivir con ellas, y por eso cuando aparecen nos resultan tan molestas y obligándonos a ponernos en situaciones insólitas.
ResponderEliminarMe alegro mucho que te haya gustado mi propuesta y espero poder volver a leerte en otras páginas. Un fuerte abrazo y hasta siempre.
Gloria
No sé si las moscas simbolizan algo más allá del ritual social que deja en evidencia tu relato. Al tratarse de un entierro, me ha venido a la cabeza aquello que repite tanto Lolita Flores desde que muriera su madre la gran Lola, que su madre se aparecía en mosca para estar con ellos.
ResponderEliminarUn abrazo fuerte
Gloria Arcos: Raquel, en principio solo ha sido eso un relato, en el que una mosca interrumpe durante un entierro y obliga a reaccionar a los asistentes haciéndole pasar un momento apurado. Muchas gracias por comentar, y hasta siempre compañera cincuentista. Un abrazo Gloria Arcos
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