Supercalifragilisticoespialidoso
Identidad del pobrecillo recién nacido:
Jon Agirregomezkortabarrenetxeaurribeitiagogeaskoa Gil.
Aquí la broma pesada, bien que involuntaria, le viene impuesta a la criatura por su padre. La madre, casada con él más que nada para "compensar", lo tuvo presente asimismo en la elección del nombre.
Una firma sólo viable en hojas apaisadas...
Jon Agirregomezkortabarrenetxeaurribeitiagogeaskoa Gil.
Aquí la broma pesada, bien que involuntaria, le viene impuesta a la criatura por su padre. La madre, casada con él más que nada para "compensar", lo tuvo presente asimismo en la elección del nombre.
Una firma sólo viable en hojas apaisadas...
Un problema para el DNI o el pasaporte, que le tendrán que hacer uno a medida.
ResponderEliminarPor lo menos el nombre y el segundo apellido equilibran un poco el problema. Por suerte, las mujeres suelen aportar la necesaria sensatez cuando las cosas se descontrolan.
Muy divertido, Carmelo. Seguro que has escrito la palabra más larga en los más de 5.000 relatos publicados en esta querida página.
Gracias por todos tus historias en formato cincuentista.
Seguro que nos seguimos leyendo en otros foros.
Un abrazo
Ángel, una vez más, muchas gracias por tus palabras, por la atención prestada a este micro y los precedentes.
EliminarEl mismo comentario tuyo ya lleva su propia carga de humor, otra sutil manera de sintonizar con el tono de lo que parafraseas.
Ha sido un placer tener noticia de ti a través de este espacio, poder leerte y alegrarme con tus repetidos éxitos. Creo que ya he expresado antes la admiración general que suscitas. Soy de los que opinan que la literatura está al servicio de los valores más humanos y de las propias personas, los lectores y los afectados indirectamente a través de éstos.
En cuanto al humor, es una de las expresiones de la inteligencia, de la imaginación creativa y enormemente útil para prevenir la rigidez mental. Se ha dicho que es un arma de destrucción masiva de todas las certezas y estoy muy de acuerdo.
Aprovecho aquí para poner en cuestión las muchas que he expresado en el tiempo que he participado en "Cincuenta", en los micros y en los comentarios. Todas ellas, aunque yo siga más o menos manteniéndolas, por supuesto, merecen ser puestas en cuestión; esto es, regadas de más humor sin duda estarían más lozanas.
Un abrazo amistoso, Ángel!
Hiperbólico trabalenguas has elegido para el primer apellido de tu protagonista, que le hará llevar una vida burocrática bastante complicada. Menos mal que la madre compensa al niño con dos sencillos monosílabos. Ya lo anuncias en el simpático título.
ResponderEliminarUn micro fresco y divertido, Carmelo. Si es el último, porque aún tenemos prórroga en febrero, te has querido despedir dejándonos una sonrisa en la boca.
Hasta siempre, compañero. Un fuerte abrazo.
Carmen, gracias por tus amables apreciaciones.
ResponderEliminarAunque haya sido cosa del azar, la verdad es que me alegro de que el último micro no sea de los "duros", sino de los humorísticos. Aunque se trate de un humor menor para muchos, en cuanto que sería calificable de blanco.
La risa y el humor, como por otra parte se dice de la locura, al parecer son más o menos contagiosos. Escribir una tontería como la mía, en este caso, en tono de broma tal vez excesivamente inocente, pertenece, como digo, al humor blanco. El humor en general, sirve para lubricar la relación interpersonal, sobre todo los primeros encuentros, pero tb. las despedidas, como es el caso en las vísperas del final de "Cincuenta".
Y el distanciamiento tan propio del humor, ayuda a enjugar el desagrado del distanciamiento que tendremos quienes (acaso sin darnos plena cuenta de ello) hemos creado unos vínculos no sólo literarios sino afectivos. Sería el recurso a la disonancia de lo negativo por venir, y el típico hacer por "reír para no llorar"...
Hasta siempre, compañera y muchas gracias por tu participación siempre inspirada y amable.
Un fuerte abrazo, Carmen!
Carmelo, un relato lleno de ironía con un final que arranca una buena carcajada.
ResponderEliminarDecirte que tanto tus relatos como tus comentarios han sido un lujazo que siempre quedarán en cincuenta palabras. Gracias por todo y ojalá que sigamos leyéndonos y, si puede ser, conocernos en persona.
Abrazo fuerte.
Pablo
Los ocho apellidos cuasi vascos todos en uno sólo; lo has bordado con todo ingenio, Carmelo. Tan compensado como acaba siendo el nombre completo gracias a la aportación de la esposa, acaba siendo el relato, donde el equilibrio de la historia viene subrayado por la fina ironía que nos transporta a la risotada.
ResponderEliminarSe me ocurre que en caso de que fuese el hombre jugador de fútbol, debería fichar por un club de Sevilla, pues rápidamente resolverían su califragilístico apellido llamándole simplemente Pepe, que es una broma que suele darse cuando entre las filas de alguno de los equipos de la ciudad hay un jugador de nombre o apellido impronunciable o poco adaptado a nuestra vocalización andaluza.
Antes de que Àlex nos eche el cierre, aprovecho para reiterar lo mucho que he disfrutado de nuestras mutuas lecturas y comentarios. Echaré de menos este espacio de encuentro. Tal vez nos encontremos por otras páginas con el mismo menester, pero por si no, decirte que ha sido un placer y un intercambio enriquecedor tanto el haber leído tus relatos, como recibir tus pareceres sobre los míos.
Esto, amigo Carmelo, y un fuerte abrazo.
Amigos Pablo y Manuel, escritores andaluces brillantes y dotados de alma sensible y, sobre todo, muy humana, a mi entender características esenciales para que la tarea de escribir tenga verdadero sentido.
ResponderEliminarConoceros en este espacio ha sido una sorpresa y un regalo inmerecido, pero que no por eso he dejado de aprovechar la suerte. Me habéis enseñado, os admiro y os quiero (¡ahora que a los varones ya se nos permiten este tipo de efusiones afectivas! Ejem!).
La carcajada a las que aludes, Pablo, y la risotada que dices tú, Manuel, son como piropos para quien, como el menda, no es gracioso (vale, alguna vez sí algo ingenioso...), cosas que alientan y se agradecen.
El truquito califragilístico utilizado (que no llega, a pesar del título, a "super" y ni siquiera a "espialidoso", se queda en el truco fácil de meter bastantes más que 50 palabras donde no cabrían tantas.
Dices, Manuel, que al tipo del micro lo llamarían Pepe en Sevilla. Pues sí, algo así o Juantxo, porque no habría manera si no. Que ni con chuleta delante, ni cogiendo carrerilla y me da que ni siquiera parando hacia el medio de ese "chorizo" de apellido para tomar aire...
Sois dos personas a las que voy a echar mucho de menos y con las que quedo para siempre muy agradecido. Estoy un poquito emocionado con esta despedida (aunque a Pablo parece que podré hacerle todavía un comentario en lo poco que resta de "Cincuenta"...). Pero no, qué carajo, saco a relucir mi capacidad de autocontrol y... ya está, así de fácil.
¡Fuertes abrazos para los dos, Pablo y Manuel!
Carmelo
Me ha encantado la forma tan inspirada de manejar la comicidad de la situación. Te ha quedado un gran micro, lleno de frescura y enormemente divertido. Qué gran sabor de boca dejas, Carmelo. Echaré de menos tus historias, pero también tus comentarios, tan personales, tan auténticos.
ResponderEliminarUn abrazo muy fuerte.
Antonio, ante todo muchas gracias por tu afable comentario.
ResponderEliminarDe paso deseo agradecerte tb. los buenos ratos que me/nos has hecho pasar con tus exquisitos "Cincuenta" y los comentarios, siempre muy atinados, bien medidos y bellamente escritos.
El micro que comentas ha sido un divertimento, un jugueteo verbal de intención humorística.
El intento de envolver porque sí, porque a uno le apetece y en un santiamén, la mirada con la luz simple pero joven que entra con descaro en la habitación, de buena mañana, al levantar la persiana (...Para el "carro", Carmelo!).
Sí, uno necesita aliviar la carga de los días, el peso de las reflexiones más o menos sesudas.
Aliviar la preocupación recurriendo al humor.
Ahora que nos despedimos, permíteme, Antonio, una pequeña disquisición sobre nuestros MICRORRELATOS.
Creo que el formato peculiar de los mismos obliga a escribir de determinada forma. Se frena la verbosidad, uno se disciplina y se fuerza el enfoque sintético.
En mi opinión (desde luego a mí me ha pasado) esto educa en la tarea de escribir: mejora el rigor, la precisión y la concisión. Tres características importantes que favorecen la calidad, la claridad incluida, el aprender a decir mucho con poco, con rapidez y agilidad. Sin aburrir al (sufrido) lector.
Los micros nos han "engrasado" la capacidad de centrarnos en el sentido de saber ir al grano, no dispersarse, ser directos y más ágiles. Esto creo yo.
Bueno y ahora lo principal de todo: muchas gracias de nuevo y un muy fuerte abrazo!!!
Carmelo, no te preguntaré qué tal estás, lo sé: supercalifragilisticoespialidosamente. Yo tb.!
ResponderEliminarEste momento del cierre de "Cincuenta palabras" está cargado de emociones para todos los que hemos participado en este genial espacio literario.
Ya que la imagen de la embarcación se ha utilizado por aquí bastante, opto por la del tren.
La imagen del tren, tan cinematográfica y simbólica aunque no sea más que porque la existencia de esta página ha sido un feliz viaje, se me impone.
Me temo que voy a caer en cierta "solemnidad" que no busco, pero que ni puedo ni quiero evitar en este momento definitivo. Acaso la "solemnidad" sea una más de las expresiones, inevitable, del énfasis en la expresividad y éste, a su vez, de la intensidad de las emociones movilizadas en este trance. Así que.
¡VIAJEROS AL TREEEEEEEEN!
Piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!!!
Creo que ocupo el asiento del fondo, la última plaza vacía que quedaba, del último vagón del último tren "Cincuenta palabras". Un tren de película que va a aparcar definitivamente en vías muertas. Esas vías donde, con el paso del tiempo, crecerán los hierbajos entre raíles y traviesas. Hasta ocultar, con cierta tristeza, los recuerdos de antiguos traqueteos e infinidad de incidencias viajeras. Piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!!!
Pienso en los afectos de aquellos pasajeros cuando asomaban sus ojos por las ventanas de guillotina, hasta que llegaba el túnel que de un tajo negaba el paisaje. Y, luego, al salir de él, el cielo bajo y encapotado se iba deshaciendo en fina lluvia (el entrañable "sirimiri" de mi tierra)...
Qué chirridos de hierros quejumbrosos al frenar en seco este tren que se jubila sin ser viejo. De pronto se masca un silencio muy extraño que va adensándose conforme avanzan las pocas horas que preceden y siguen al final del recorrido.
Ya asoma entonces su narizota el verdadero silencio. Sí, un silencio que va a doler, el de los resignados, pero inevitablemente nostálgicos, cincuentistas...
De silencio, nada. ¡Hoy es un día de fiesta!
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