Teletienda
Hoy no me recibe al llegar a casa.
Está bajo la cama, inmóvil. Acaricio su lomo frío. En un intento desesperado por salvarlo intento activar sus entrañas. Constato lo que temía. Siento deseos de hincar el destornillador en mi corazón.
Enciendo la televisión. Me apresuro a encargar otro robot aspirador.
Está bajo la cama, inmóvil. Acaricio su lomo frío. En un intento desesperado por salvarlo intento activar sus entrañas. Constato lo que temía. Siento deseos de hincar el destornillador en mi corazón.
Enciendo la televisión. Me apresuro a encargar otro robot aspirador.
Con tu absoluta maestría, tomando una escena cotidiana, logras dale una vuelta de tuerca con doble tirabuzón y regalarnos un relato en el que el final le da todo el sentido al principio.
ResponderEliminarMe ha divertido, me ha hecho pensar en esta sociedad de consumo en la que vivimos, me ha arrancado una sonrisa, he sentido nostalgia por no volver a leerte en cincuenta y, después, alegría, pues sí que volveré a esta página a leer todos los tesoros que nos has dejado aquí. Además, tú eres de los amigos que se va a quedar en mi vida.
Como siempre, un placer leerte.
Abrazo.
Pablo
Vivimos en una sociedad más basada en el consumo que en los valores, en la presencia virtual en detrimento de la física, aunque hay que reconocer que sin los avances actuales no hubiera sido posible Cincuenta Palabras que, como bien dices, aunque cese en su actividad, seguirá siendo un buen espacio al que acudir a leer, no lo digo por mí, sino por tantas buenas historias entre las que, desde luego, siempre estarán y en lo más alto las tuyas. Sé que nos seguiremos leyendo en otros muchos foros, que hablaremos y hasta podremos coincidir para darnos un abrazo físico. Por ello estos últimos relatos cincuentistas no son tan tristes. Gracias por todo este tiempo en esta, nuestra querida página y fuera de ella.
EliminarGracias, sobre todo, por tu amistad, por ser como eres y por estar ahí.
Un abrazo fuerte, Pablo
"Siempre tenga en casa un plan B. ¿Que no le recibe el aspirador? y el perro hace oído sordos a su llegada? Su esposa no le da un beso de bienvenida y su hija le da un abrazo mientras, al oído, le pide dinero?
ResponderEliminar¡No más preocupaciones ni carencias, visite la Tienda En Casa! Allí tendrá robotos aspiradoresalemanes antiaverías; robotcanes poco ladradores infalibles; ciborhijos siempre obedientes y que nada piden y, también, ciberesposos y ciboresposas cariñosas a más no poder!!!
¡¡Es el futuro!! Pasen, vean y encarguen sus ciborgs y robots!!! Ah, con faciliades de pago!
Muy ilustrativo tu micro. El futuro está a la vuelta de la esquina, amigo Ángel. Tu relato me ha inspirado una imagen de futuro que no he podido evitar escribirla. (Seguro que en cuanto dé al intro, me arrepentiré de haberlo escrito por no haberlo pensado más. pero me perdonarás como siempre)
Un fuerte abrazaco.
No tengo nada que perdonarte porque eres un tío genial, eso lo primero. Además, ese futuro que planteas no está muy lejos de ser real, una realidad posible, hacia la que parece que nos movemos y, desde luego, poco prometedora. Menos mal que con tu buen humor creativo hasta lo más crudo se suaviza, la sonrisa fluye y con ella la esperanza.
EliminarPor mucho que avance la técnica, por muchas imágenes que quieran meternos por los ojos para que consumamos a toda costa, incluso aunque fabriquen esos ciberesposos y ciberesposas sustitutos y sustitutas, nada ni nadie podrá suplir a un tío majete como tú, que en un pispás imagina un mundo feliz, que no lo sería tanto si él no estuviese.
Muchas gracias, Isidro.
Ahí te mando otro abrazaco fuerte
¡Jo! Eres malvado, me has hecho cambiar de idea tres veces hasta llegar al aspirador.
ResponderEliminarMuy bueno tu micro, Ángel.
Un saludo, Maria Galerna
Los perros suelen hacer una fiesta cuando llegan sus dueños; se les toma cariño, son fieles y dan mucha compañía. Quizá un robot aspirador pueda desempeñar una función similar, sin necesidad de sacarle a la calle o llevarle al veterinario. La verdad, no es lo mismo, pero seguro que el protagonista piensa que mejor tener un sucedáneo que no tener nada.
EliminarMuchas gracias, María
Saludos
Asimov diría que tú sí sabes de qué va la vida en esta época.
ResponderEliminarMaestro, sigue escribirnos y, por favor, deja avisos en las pantallas de los aeropuertos, en las paradas de autobuses, en el reflejo de los ríos... pero no nos dejes sin saber de ti. Un fuerte abrazo.
A Asimov le echamos de menos, al igual que ya casi sucede con Cincuenta Palabras, que dejará un gran recuerdo y un vacío en todos nosotros, pero seguro que, siendo como somos, seguiremos enredando y coincidiendo con nuestras letras en otros foros.
EliminarCuídate mucho, Salvador.
Muchas gracias y un abrazo fuerte
Vivimos un mundo complicado, con el cambio climático y los líderes políticos sin visión de futuro. Pero mientras tengamos un mando a distancia y un programa de teletienda nada malo nos podrá suceder. Siempre da gusto leerte, Ángel. Un fuerte abrazo y espero seguir coincidiendo contigo.
ResponderEliminarA la televisión le llaman "la caja tonta" por algo. Idiotiza bastante de por sí, pero lo de la teletienda ya roza la droga dura. Aunque si a alguien le sirve de entretenimiento y satisfacción bienvenido sea.
EliminarCoincidiremos, seguro.
Muchas gracias, Pepe
Un abrazo fuerte
Desde la simplicidad de una escena doméstica y cotidiana nos describes una situación que abre multitud de interrogantes sobre un futuro que cada vez se nos viene encima a mayor velocidad, y con tantos cambios que parece difícil que los podamos asimilarlos dado que, a algunos, los años nos van llevando a esa orilla de la madurez que linda con la de la vejez en la que el cuerpo pide cada vez más comodidades y menos complicaciones.
ResponderEliminarHace poco, vi por la televisión un reportaje sobre robots con aspecto humano que interactúan con sus dueños y, según decían, eran beneficiosos para levantarles el ánimo y para hacerles más llevadera esa soledad que hoy afecta de forma terrorífica a millones de personas en las sociedades más tecnificadas del planeta.
Vivimos rodeados de artilugios, cada vez tenemos más y cada vez hay que sustituirlos más rápidamente; pronto la domótica entrará en nuestros hogares y, seguramente, algunos de esos robots -no sé si tan agradables como C-3PO, o tan siniestros como Hal 9000, me temo que habrá de todo-, formarán parte de nuestra cotidianeidad, y hasta cabe la posibilidad de que algún pirata informático manipule alguno de nuestros aparatos o dispositivos y nos meta en una pesadilla que ríete tú de los enfados que te pescas ahora cuando te tienen pegado al teléfono cada vez que llamas a alguna de esas grandes empresas -esas que nos tienen cogidos por salva sea la parte, pues ya nos resulta imposible vivir sin sus servicios-, para hacer una reclamación o comunicar alguna avería.
La escena que narras en tu microcuento, con ese robot-mascota que sale a recibir a su dueño es ya actual, como actual es la teletienda y las compras por Internet que en el mismo día, o al día siguiente, tenemos en nuestra casa.
También reflejas otra situación a la que nos ha reducido la modernidad tecnológica actual, y es la de la imposibilidad de reparar la mayoría de los aparatos, esa desesperación de tu protagonista de desear clavarse el destornillador en el corazón me temo que se debe a su impotencia para meterle mano a su querido robot, como antaño hacíamos muchos, pues con cualquier pequeño arreglo podíamos hacer funcionar al aparato estropeado; o si no, cabía la posibilidad de llevarlo a un técnico. Hoy casi todo aparato averiado tiene que ir a la basura, y hay que comprar uno nuevo. Y esa basura suele acabar en el llamado Tercer Mundo.
Quizá lo único bueno que tenga todo ese futuro de pura alucinación sea que nos dé más temas para la ficción a quienes nos gusta leer y escribir, pero me temo que cada vez nos van a ir complicando más la vida y manipulando más nuestras emociones y nuestros comportamientos, y no sé si detrás de todo eso estará un Gran Hermano o un Enorme Cuñado.
Sea como fuere, me ha encantado tu microcuento, Ángel, una pena que se nos haya acabado esta fabulosa y entrañable aventura, pero como cantaba hace muchos años un tal Basilio, del que seguramente te acordarás: “El tiempo vuela, pero el recuerdo siempre queda”. Y el recuerdo de esta aventura quedará en todos nosotros, sin duda.
Un fuerte abrazo, amigo.
Quienes hemos tenido la suerte (yo creo que lo fue) de conocer otro mundo menos tecnificado y unas costumbres diferentes, más sencillas, asistimos a estos cambios tan rápidos un poco desde fuera, como si no fuese con nosotros, cuando nadie puede escapar a lo que se nos viene encima, que intuimos que solo es el principio de lo que puede venir. Un robot aspirador que hace años hubiera sido impensable, dentro de poco será un aparato prehistórico, obsoleto es poco.
EliminarLa tecnología abre un campo fascinante, no cabe duda, pero también inquieta, algo que has ilustrado muy bien con dos personajes cinematográficos, uno entrañable, valiente, y cascarrabias, de Star Wars; y otro temible, un verdadero genio del mal, de la Odisea espacial 2001.
Los televisores de antaño, que tú y yo hemos conocido, llenos de válvulas y lámparas, tenían mejor componenda que los actuales. Ahora todo se sustituye, incluso sin averías como excusa, solo por el empeño de intentar estar al día, en posesión del último modelo. Cada vez las maquinarias son más complejas y miniaturizadas, un usuario con destornillador poco puede resolver, y yo menos que nadie, que casi no sé qué hacer con una herramienta de esas.
El mundo está en cambio constante, a veces vertiginoso. Lo único que pedimos es salud y tranquilidad para ser testigos de las nuevas tendencias y participar de lo que de bueno tengan. Pero, sobre todo, para poder contar esos cambios que producen en nosotros mismos, que por mucho que queramos adaptarnos, nunca llegamos a actualizarnos a igual velocidad.
Siento tristeza, como la mayoría de los que hemos querido tanto a Cincuenta Palabras por muchos motivos. Sin duda, uno de ellos son tus relatos, siempre sorprendentes y versados. Otro, no menos importante, que yo sitúo al mismo nivel, son tus comentarios, una fuente de sabiduría, un lujo de erudición. Mientras algunos apenas extraemos a veces algo de jugo a una pequeña historia, tú eres capaz de sacar petróleo de una simple piedrecita.
Sé que seguiremos en contacto y que tendremos ocasión de leernos y yo, sobre todo, de escucharte y en enriquecerme con ello
Mil gracias por tu amistad y por tu generosidad.
Un abrazo fuerte, Enrique
Se me ha olvidado decirte que sí recuerdo bien a Basilio: "Cisne cuello blanco, cisne cuello negro". Tenemos una edad, no cabe duda, pero seguimos y seguiremos.
EliminarQué solos estamos si lo que ansiamos al llegar a casa no es el recibimiento cariñoso de un familiar o de una mascota, sino el de un pequeño robot. Y qué desesperados cuando se estropea, pues parece que añoramos más su compañía que sus servicios domésticos. Nos pintas un futuro inmediato desolador, en el que los seres humanos hemos sustituido las relaciones interpersonales por las de las máquinas. Y, como única solución, el consumismo: el mando de la tele y el servicio a domicilio del nuevo robot.
ResponderEliminarOjalá no nos equivoquemos tanto en nuestra evolución -o involución- y seamos capaces de cultivar un humanismo que haga de nuestras sociedades tecnológicas un lugar más habitable. La literatura, y el arte en general, contribuyen a ello. Por eso, no dejes de escribir grandes historias como este cincuenta, Ángel. Prefiero tus relatos y tu amistad mil veces a un frío aspirador. Has sido uno de los pilares fundamentales de esta página que cierra su ciclo, tanto por tus micros como por tus sabios y generosos comentarios. Pero esto no es un adiós, porque sé que voy a seguir leyéndote.
Un fuerte abrazo, amigo.
Por muchos dispositivos que inventemos, nunca habrá nada comparable a las relaciones interpersonales. No importa las prestaciones que pueda llegar a tener un ingenio artificial solo será un sucedáneo, una engañifa vacía. El consumismo no solo no es solución, sino que resulta un verdadero problema, por la desigualdad que acentúa entre unas personas y otras, por la contaminación innecesaria que genera y por la falsa ilusión que conlleva.
EliminarYo también valoro mucho tus grandes letras y tu amistad, Carmen. Eres un claro ejemplo de que una persona nunca podrá ser sustituida por un robo aspirador, aunque nos limpie la casa y parezca ronronear a nuestros pies. No hay máquina que supla una amistad tan valiosa.
Muchas gracias y un abrazo fuerte, Carmen
Relato con final sorpresa que nos devuelve y da sentido al título. Dosificas muy bien la información, con pistas sutiles que generan expectativas sobre la identidad que se esconde debajo de la cama. Lo que no dices permite que el lector participe en el juego y se preste a ser sorprendido al final. La segunda lectura nos lleva a la tecnológica, fría y deshumanizada sociedad hacia la que nos dirigimos, si no ponemos remedio. Enhorabuena, Ángel.
ResponderEliminarUn abrazo.
La psicología del protagonista es compleja. Desde fuera solo vemos un aparato de uso doméstico estropeado, aunque para él es un auténtico drama, muestra de una carencia de relaciones personales. La teletienda no puede ser la solución a todos los problemas, desde luego, no a los existenciales y relacionales Como bien dices, corremos el grave riesgo de convertirnos en una sociedad que no se diferencia de las frías máquinas, en la que los sentimientos y lo mejor del ser humano quede ninguneado bajo un mundo que ha olvidado su esencia.
EliminarSeguro que se le puede poner remedio de muchas maneras. Creo que en nuestro caso lo tenemos bastante claro: varias dosis de buena lectura y alguna de escritura, además de contacto humano.
Muchas gracias, Josep Maria
Otro abrazo para ti
Hay relatos tuyos, Granángel,que son la pincelada fresca que decanta la pintura hacia la vibración. Una cosa es el oficio sobrado que te caracteriza, y la otra, la mano dúctil del talento, que esconde en el doble fondo de tus historias el material sensible que construye continentes con esa semilla simple que, en principio, es un relato que no abarca más allá de cincuenta palabras reunidas y un título, como es el caso, que sirve de trampolín, que actúa de catapulta para convertir en sacudida el meollo que cae como piedra de fuego sobre el redil de consumidores sin freno en los que nos hemos convertido.
ResponderEliminarHay un amor egocentrista de poseedor en cada uno de nuestros objetos tecnológicos de última generación. Ser o tener, este dilema ante el que nos colocó Erich Fromm, parece haberlo resuelto el depravado sistema consumista en favor del segundo término. No somos nadie sin nuestro smarphone con un elevado punto de conexión G que nos lleve al orgasmo digital lo más rápidamente posible. Hamlet ha cambiado la frase inmortal de su discurso: To be or not to be, por Tener o no tener... la cuestión es ¿quiénes somos si no tenemos tecnología de última generación?
Magistralmente, nos llevas otra vez de la mano al borde del abismo con una historia que bebe en la fuente original de los problemas humanos y cotidianos, que hoy día son emociones y pasiones encontradas que tienen un matiz cada vez más acusado de robotización.
A partes iguales diría que he disfrutado y aprendido de tus historias, pero no sólo, porque también muchas veces te disfruté envidiándote (con sana envidia,eso sí, si es que la envidia pudiera considerarse alguna vez sano sentimiento), otras, te aplaudí a rabiar, admirado y espoleado a crear relatos como los tuyos, llenos de ser y de sentido y, por fin, llegado el día, me rendí al Maestro. Que sea en mí su palabra, me dije, si así ha de ser. Entonces, empecé a escribir desde mí mis historias cruzadas e influidas por tanta gente grande que escribe en esta página y ya sí, he sido feliz y he disfrutado de leer y escribir en Cincuenta.
Muchas gracias, Ángel, tu persona es no sólo molde de escritor en quien copiarse, sino modelo se ser en quien inspirarse. Quien crea que te lo digo sólo por dorar la píldora, que lea tus historias y tus comentarios - impagables- y después, para corroborarlo, que vaya y te conozca, si puede ser y si se vuelve a celebrar, a otra quedada.
Entiendo que esta despedida es sólo un hastadespués, pues esta criogenización a la que nos somete el gran Álex, es un ardid de futuro para viajar a nuevos mundos de letras donde tal vez, nuestras historias sean escritas al dictado por un robot escribidor que transcribe nuestras historias a Nube Cincuenta, un nuevo universo paralelo de palabras.
Esto, y un fortísimo abrazo, amigo Ángel.
Eso que llamamos tecnología, desde un palo a una estación espacial, instrumentos ajenos a la mano del hombre y fruto de su inventiva, cada vez avanza más deprisa, demasiado, tanto que transforma la vida en muy poco tiempo; sin que nos demos mucha cuenta, nos hace adictos y varía la naturaleza misma de la Humanidad (al menos de la Humanidad más favorecida) a pasos agigantados. El Ricardo III de Shakespeare no hubiera suplicado hoy un caballo a cambio de su reino, sino un móvil de última generación y, ya puestos, una cuenta en Netflix con todo lo imaginable en un paquete completo. El lado perverso de esta saturación que nos viene impuesta es la mengua en las relaciones humanas. Gracias a la tecnología (y al gran Álex) estamos ahora mismo comunicándonos, con todo el valor que ello tiene, que es mucho, pero el contacto humano y directo no debe perderse, al contrario, debería fomentarse mucho más para no llegar nunca al extremo del protagonista del relato.
EliminarManuel, si alguien sabe enlazar las palabras con maestría, la misma que se aprecia en tus pinturas, ese eres tú, un artista completo y un caballero. Cincuenta Palabras sin tus relatos no hubiera tenido el mismo nivel. Has mencionado mis comentarios, pero no hay más que leer éste, que te agradezco de corazón, para ver el talento y el potencial que eres capaz de desplegar con las palabras. Tu generosidad singular, además, queda bien patente en esos regalos mensuales en forma de relato fuera de concurso, espléndidos broches finales a partir de los títulos de los finalistas, puzzles que has engarzado con una habilidad prodigiosa, al igual que Enrique, para formar historias coherentes y llenas de fuerza, con las que nos has obsequiado. Las echaremos de menos.
Somos muchos tus admiradores y, desde luego, legión los que hemos aprendido de ti en esta pequeña, pero muy grande comunidad de cincuentistas. Nos has regalado momentos inolvidables, que por suerte podremos seguir consultando y que seguiremos disfrutando en otros espacios.
Me encantó conocerte en persona y sé que, antes o después, volverá a repetirse; al fin y al cabo aún somos jóvenes y entusiastas (qué cosas digo).
Un millón de gracias por todo y por tanto y un abrazo muy fuerte, amigo Manuel
No puedo dejar pasar esta ocasión sin comentar tu magistral relato que me ha dejado con la boca abierta al terminar de leerlo. Cómo podía prever que la esperanza de tu protagonista de ser recibido afectuosamente en casa fuese la de un aspirador. Qué forma más soberbia de presentar el futuro al que estamos abocados y nos conduce la tecnología que se renueva y avanza a pasos agigantados. Y este afán que nos invade de poseer lo más moderno y rápidamente.
ResponderEliminarEn fin, Ángel, como estos amigos cincuentistas demuestran en sus comentarios, tu ingenio y estilo literario ha calado hondamente. En lo que a mi respecta puedo decirte que has sido uno de los que más me ha animado en esta faceta nueva de escribir relatos desde mi segundo micro que comentaste y siempre has tenido buenas palabras. Me siento honrado.
Como le decía a Álex en el comentario a su carta de despedida, tengo la sensación de haber entrado al cine cuando se estaba acabando la película, pero gracias a ti y a otros genios de estas cincuenta palabras habéis conseguido que mi afición por la escritura se afiance y he aprendido con vuestros relatos la importancia de la palabra bien utilizada cuando hay algo que contar. Ha sido un final productivo y emotivo.
Quedan 19 días para que se cierre definitivamente esta página. Disfrutaré de los relatos hasta el final y seguiré escribiendo.
Vaya aquí mi despedida con un fuerte abrazo, Ángel.
Como bien dices, ese futuro de frialdad, de mínimo contacto humano y exceso de tecnología parece ser a lo que estamos abocados. Esperemos que todo no esté perdido y que las relaciones humanas prosigan. También las historias bien contadas.
EliminarJavier, tus relatos en Cincuenta Palabras han sido muy interesantes, además de variados, con un estilo propio, incluso me atrevo a calificarlos de valientes.
Todos aprendemos de todos, te lo aseguro, yo soy el primero que me considero un eterno aprendiz.
Nuestra querida página llega a su fin, con gran tristeza de todos, aunque también comprensión y agradecimiento a Álex, pero no por ellos dejes de escribir. Intuyo que tienes una vida interior muy rica que merece compartirse.
Seguro que nos seguimos leyendo y puede que hasta coincidamos alguna vez en persona.
Agradezco mucho tus amables palabras y te mando un abrazo fuerte Javier
Apreciado Ángel, yo espero que el futuro sea más cálido y no nos avasalle la frialdad de los robots.
ResponderEliminarLa verdad, es que siempre que sale ese tema a relucir en alguna conversación familiar, pongo sobre el tapete al hombre bicentenario. Me encantó esa película, como me ha encantado tu cincuenta.
Un abrazo
Yo también espero que el futuro no sea tan frío, que no caigamos en la tentación de pensar que el calor humano puede ser sustituido por una creación artificial, por perfecta que parezca.
Eliminar"El hombre bicentenario" es una película estupenda, de las que hacen pensar, a partir de un cuento de Asimov, que de alguna forma contradice lo que acabo de decir. Si un robot con forma humana llega a pensar por sí mismo y es capaz de amar, habremos llegado a lo máximo a lo que el ser humano puede aspirar.
Me alegro de que te haya gustado esta pequeña historia.
Muchas gracias y un abrazo, Pilar
Un trampantojo que mezcla ciencia ficción, ironía y literatura del absurdo. Grande como siempre, Ángel. Será un placer poder seguir leyéndote. Un abrazo.
ResponderEliminarSi las fuerzas no nos fallan seguiremos dando guerra, no podemos evitarlo, o más bien no queremos.
EliminarSiento que ya no pueda ser aquí, pero siempre me alegraré de leerte.
Muchas gracias y un abrazo, Salvador
¡Qué bien nos has engañado con ese aspirador, Ángel! Después de estremecernos con la triste escena de imaginar muerto al perrito...
ResponderEliminarSi tu "aspiración" con el micro era sorprendernos, lo has logrado muy brillantemente.
Aunque este querido espacio cierra sus puertas, sabemos que nos seguiremos leyendo en otros. La verdad es que no dedico apenas tiempo en comentar (tampoco tengo mucho arte), pero que sepas que siempre te leo y agradezco tu enorme generosidad en los comentarios que me dedicas. Un abrazo grande.
Consciente de que una vida sin aspiraciones sería un puro vacío, a estas alturas no sabría concretar muy bien a qué aspiro con las letras, tanto las que leo como las que se me ocurren. La respuesta más indiscutible sería decir que lo hago por disfrutar. Estos años "cincuentistas" han sido un gozo enorme, al que has contribuido con tu buen hacer. No te preocupes por los comentarios, yo tengo la costumbre o manía de hacerlos, nada más, tampoco sé decir a qué aspiro con ellos. Lo que si sé es que nos seguiremos leyendo, claro que sí. Y que continuaremos al pie del cañón con la pluma y el teclado.
EliminarMuchas gracias, Juana
Un abrazo grande
Cómo no disfrutar leyéndote, Ángel, ES IMPOSIBLE.
ResponderEliminarUn beso.
Seguro que ni la mitad de la mitad de lo que todos gozamos con tus buenas historias, pero te lo agradezco mucho.
EliminarUn beso, Paloma
Bajo una apariencia inocente, manteniendo escondida la sorpresa hasta el desenlace, compones una escena de absoluta soledad en un entorno de consumismo deshumanizado.
ResponderEliminarTu capacidad para crear historias desde lo cotidiano, enriquecidas con mensajes mucho más profundos de lo que aparentaban, han mantenido un nivel increíble que me ha hecho estar pendiente de cada cosa que escribías.
Si estoy en esta página es por ti, porque seguí tu estela, porque seguí tu camino de palabras amarillas que me trajeron a este reino de cuentos donde tantos magos me dieron el valor de usar mi corazón para estrujarme el cerebro.
Gracias por todo, querido Ángel. Por cómo escribes, por cómo transmites, por cómo eres.
De que nos volveremos a ver, no te quepa duda. De que no dejaré de leerte, tampoco.
Un fuerte abrazo.
Lo has dicho muy bien: soledad enmascarada bajo el consumismo.
EliminarTuve la fortuna de conocer tus letras a través de Twitter (ahora abandonado por falta de tiempo). Desde el primer momento fue fácil comprobar que decías mucho y bien. Te convertiste en un autor de referencia para mí y fue un motivo de satisfacción enorme que llegases a esta página, lo que hemos disfrutado todos con tus relatos y comentarios no tiene precio.
Corrección, originalidad y palabras escogidas con acierto para generar historias llenas de armonía y mucha humanidad, qué más se puede pedir.
No vamos a engañarnos, nuestra vida no será la misma sin esta entrañable comunidad, pero como bien dices, ya nos encargaremos de que no nos falten la amistad y las lecturas.
Muchas gracias por todo, Antonio. Eres un lujo.
Un abrazo fuerte
Mil felicidades, Ángel . Acabas de describir el futuro en cincuenta palabras.
ResponderEliminarMuchas gracias por tus aportaciones, siempre de calidad y sorpresivas, y por tu paciencia y constancia en tus comentarios, manual de reflexión y aprendizaje.
Me encantaría encontrar alguna formula para seguir este formato.
Un fuerte abrazo.
Por un lado, como bien dices, se trata de un futuro que ya es presente; por otro, roguemos a quien corresponda o algo tendríamos que hacer para que siempre quede espacio para las relaciones personales directas.
EliminarCincuenta Palabras nos ha aportado mucho a todos y su final nos llena de tristeza. La generosidad de Álex y su buen hacer han dejado una impronta difícil de llenar. Desconozco si hay espacios semejantes, la verdad, pero mucho me temo que nunca podrán ser lo mismo. Lo que espero es poder seguir leyendo tus relatos brillantes y originales en otros foros y formatos, de alguna forma, estoy convencido de que será así
Agradezco mucho tus palabras, María Jesús.
Un abrazo fuerte